Libro de Giancarlo Livraghi
Recensión en La Opinión de Málaga 24 julio 2011
Sobre la
estupidez
La fuente más grande de los terribles errores
Sus efectos pueden ser devastadores
Ha escrito Giancarlo Livraghi que la fuente más grande de los terribles errores es la pura estupidez, y que junto a otros factores sus efectos pueden ser devastadores. Coincide en ello con Carlo María Cipolla, prestigioso historiador de la economía fallecido a comienzos de este siglo, quien curiosamente en 1988 había formulado, preocupado por estas cuestiones, su famosa Teoría de la Estupidez en su ingeniosa obra Allegro ma non troppo.
Los estúpidos, según Cipolla, perjudican a los demás y a sí mismos, y son la antítesis de los inteligentes. Añadía el historiador que la gente estúpida son un grupo más poderoso que numerosas grandes organizaciones. Ése sería, según estos dos autores citados, el poder de la estupidez, cualidad que acabó dando título a la obra más representativa de Giancarlo Livraghi, traducida al español el pasado año por la Editorial Crítica.
No deja de ser curioso que los dos autores más relevantes de los estudios sobre la estupidez, que, dicho sea de paso, son muy escasos, sean italianos, y además ambos de la Lombardía. Nacidos apenas a treinta y cinco kilómetros de distancia, los que existen entre la pequeña ciudad de Pavía y la industriosa ciudad de Milán, y pertenecientes los dos a la misma generación, pues las fechas de nacimiento de uno y otro solo se diferencian en cinco años, estos dos importantes intelectuales nacieron al mundo cuando Mussolini se convertía en el dictador de Italia. Quizás el haber nacido en el reino de la estupidez que el Duce impuso en su país durante veintiún años influyó en el pensamiento y en la obra de estos dos coetáneos autores.
Aunque esa clase de reinado acabó extendiéndose también por otros países, incluido el nuestro, sin que sus intelectuales repararan en la necesidad de afrontar con estudios de este tipo la necesaria catarsis de sus pueblos sin libertad. Mussolini fue el primero de los grandes dictadores del siglo XX, anterior incluso a Miguel Primo de Rivera, y anticipo de la expansión futura del fascismo y nazismo europeos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, el colmo una vez más de la estupidez humana.
No es de extrañar, pues, que en ese contexto generacional, en el que la estupidez provocaba los devastadores efectos a los que se referiría más tarde el viejo filósofo Livraghi, la mentalidad de los europeos, temerosos de las contingencias de su dura existencia, acabara arrinconando en el subconsciente colectivo su rechazo a la estupidez humana, que no pudieron, sin embargo, expresar libremente hasta el final de la guerra y la derrota de la sinrazón.
El octogenario Livraghi forma parte de una generación de intelectuales que siguen activos pese a los años, conservando un fuerte espíritu crítico. En esta época en la que el culto mediático a la juventud se ha convertido en el modelo de la actual sociedad de consumo, y en su reclamo principal, los viejos pensadores han recuperado el espacio que nunca debían haber perdido, apoyados en los movimientos sociales que hoy protestan ante la nueva estupidez imperante.
El alemán Stéphane Hessel y el español José Luis Sampedro, curiosamente también de la misma edad, ambos nonagenarios, son el mejor ejemplo de que la lucidez del pensamiento no tiene que ver con los años, y que no hay edad para el compromiso intelectual con la sociedad. Su indignación es también fruto de su rechazo a la estupidez de los poderes actuales, y de una frontal oposición al poder de la estupidez.
No le falta razón al filósofo y escritor milanés cuando nos alerta de los peligros de la estupidez humana, incluso en la actualidad. Livraghi ha participado estos días en Vélez-Málaga en el curso de verano que sobre este asunto ha dirigido y organizado con éxito el catedrático Pedro Fernández-Llebrez. La Universidad de Málaga ha tenido el feliz acierto de programar entre sus cursos estivales éste denominado Stultitiae virtus: la inteligencia y la estupidez en el comportamiento humano y animal, en el que también se han dado cita otros expertos, que han abordado este objeto de estudio desde perspectivas filosóficas, científicas, psicológicas, literarias, artísticas, educativas o comunicativas, y que ha congregado durante toda esta semana a un nutrido grupo de estudiantes y profesionales de la más diversa procedencia académica y científica.
Esta diversidad refleja, sin lugar a dudas, la preocupación multidisciplinar por el comportamiento humano, y nos debe hacer pensar que la inteligencia y la estupidez nos interesan a todos porque, sin duda nos afectan también a todos.
Pese a que ninguno de nosotros está libre de comportamientos estúpidos, procuremos que sea la inteligencia la que guíe siempre nuestros actos; aunque para ello resultará también necesario que sigamos estudiando las claves de la estupidez, sus causas y sus efectos.
Juan Antonio García Galindo
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