El tema es ampliado y profundizado
en el libro
El
poder de la estupidez
(junio 2010)
Problemas de perspectiva
Por Giancarlo Livraghi
gian@gandalf.it
octubre 2007
Traducción castellana de Gonzalo
García
febrero 2010
disponibile anche in italiano
Sabemos que la Tierra es redonda; pero nuestra percepción diaria nos dice que es plana. Sabemos que el horizonte tiene un límite para ver más lejos, tenemos que subir más. Pero, con demasiada frecuencia, nos olvidamos de aplicar este método a las perspectivas y los puntos de vista de nuestro pensamiento y nuestra curiosidad. Sin siquiera darnos cuenta, permanecemos encerrados en el círculo cerrado de nuestro punto de vista y nuestra pequeña rueda de costumbres.
Los estudios de percepción indican que vemos las cosas de forma distinta no solo desde la cima de una montaña o el fondo de un valle, sino también cuando estamos sentados o de pie, o si nos movemos unos pasos en una u otra dirección. Que el mismo objeto, o la misma pintura, pueden interpretarse de un modo muy distinto dependiendo del modo en que la observemos.
Los experimentos con testigos indican que, incluso cuando no han transcurrido más que unos pocos minutos desde que todos los participantes han contemplado lo mismo, cada persona ofrece una descripción distinta; no es que mientan de forma intencionada, sino que han experimentado percepciones diferentes.
Sabemos que comprender significa ponerse en la piel de otro, ver las cosas desde el punto de vista de otra persona. Quizá parezca obvio, pero en realidad esta operación encierra una gran dificultad, porque no estamos acostumbrados a cambiar de perspectiva.
Yo he aprendido mucho gracias a los lectores, porque cada uno lee a su manera. Cada vez que alguien lee un libro, nace una nueva obra, distinta de la que escribió el autor: la obra que cobra forma en la mente del lector. También se da el caso de que los comentarios o las dudas de un lector ayudan a comprender los de otro. Dos puntos de vista ven más que uno; tres o cuatro ofrecen una profundidad y perspicacia aún mayores.
La gran variedad de información y comunicación, que sigue aumentando a diario, es un recurso magnífico, pero la abundancia puede generar confusión; y resulta estéril cuando, por culpa de unas perspectivas demasiado limitadas, el diálogo se hace aburrido y el aprendizaje, superficial.
Puede servirnos de ayuda tener en cuenta la geografía y mirar los mapas. Sin duda, podemos vivir bastante felices sin necesidad de recordar en todo momento cuál es la capital de las Quimbambas o a cuánto asciende la población de Quintopino. Pero nos haremos una idea bastante más acertada de lo que ocurre y de cómo piensa la gente y cómo se comporta, si sabemos dónde están y cómo viven.
No se trata solamente de cambiar de perspectiva cuando hace falta, de librarnos de las banales percepciones tradicionales o de comprender el punto de vista de otra persona. Siempre es útil, sea cual sea el tema, observarlo desde distintos ángulos. Cambiar de perspectiva de forma deliberada puede resultar fascinante, a veces puede sorprendernos y con frecuencia es interesante.
También ayuda a abrir la mente el cambio lingüístico. Podemos percibir las cosas de otro modo cuando nos referimos a la misma cosa con distintas palabras. Hablar más de una lengua no es solo una necesidad evidente para comunicarse con personas que no entienden nuestra lengua materna. Ocurre así porque la lengua no es solo su léxico, sino también lo que los filósofos denominan Weltanschauung: la concepción del mundo, la forma de verlo.
Goethe solía decir: «Quien nada sabe de las lenguas extranjeras, nada sabe de la suya».No se trata tan solo del modo en que puede diferenciarse el castellano del chino (tanto en lo relativo al lenguaje como a la forma de pensar), o de las abundantes jergas tan confusas y oscuras lenguajes como el politiqués, el leguléyico, el burocratesco, el tecniqués, el comercialés, el financierés y el economiqués, el abstrusol, el cientifiqués, el literariano, el modesco, etcétera que parecen concebidas deliberadamente (y a menudo es así) para confundir a cualquiera que no pertenezca a un grupo determinado.
El problema está en que, entre personas que comparten la misma lengua, también pueden darse malentendidos cuando piensan de modo distinto.
Las traducciones pueden inducir a error. Las mismas palabras (u otras parecidas) pueden tener significados distintos no solo en lenguajes diferentes, sino también al variar los contextos o las situaciones culturales. Puede resultar frustrante, cuando no estamos seguros de que lo que leemos u oímos tenga sentido. Pero también puede resultar muy interesante cuando, al cambiar de punto de vista, logramos hacernos una idea mucho más acertada de lo que realmente es significativo.
Por supuesto, existen diferencias que van más allá del lenguaje oral o escrito, por ejemplo en la comunicación no verbal.
Comprender un cuadro, un comportamiento, el lenguaje corporal, el tono o las maneras es algo que puede generar confusión si no nos hacemos cargo de la diversidad. Cuando cambiamos de punto de vista, la experiencia gana en intriga e interés. Hace falta un ejercicio mental considerable para modificar nuestra perspectiva sobre cualquier cosa, para observar lo que estamos mirando (o pensando) desde distintos ángulos.
No se trata solo de una displina metódica, que puede resultar casi imprescindible en cuestiones importantes y de cierta gravedad. Se trata asimismo de un estado mental más general, una apertura en la percepción que, con la práctica, puede convertirse en un hábito placentero y una forma de vida muy interesante.
Mantener un punto de vista egocéntrico es instintivo, hasta cierto punto inevitable y, en ocasiones, incluso adecuado. Desde el punto de vista científico, es correcto situar el centro del universo visible allí donde se encuentra el observador.
Sería largo y complicado adentrarnos en lo que nos cuentan la cosmología y la física de partículas; espero que los científicos me disculpen esta simplificación tan radical. Pero es cierto que denominamos universo a lo que alcanzan a ver nuestros instrumentos (aunque no existen límites para lo que podemos concebir a través de la imaginación). Y si bien el principio de incertidumbre de Heisenberg se aplica de forma específica a la física cuántica, es muy cierto que podemos cambiar las cosas mediante la observación. Por eso necesitamos más de un punto de vista: para conseguir una idea más acertada de aquello que intentamos percibir.
Obviamente, el lugar en el que nuestra percepción pone en contacto el mundo exterior y el mundo interior es un punto de contacto minúsculo y siempre cambiante. Pero tenemos que comprender que se trata de una sola perspectiva entre un número infinito de posibilidades. Si no aprendemos a ampliar nuestros horizontes, el universo que percibimos se encogerá hasta quedar reducido a un insulso cubículo mental dominado por el aburrimiento miope.
Hace cincuenta años, un excelente escritor italiano, Vitaliano Brancati, explicó por qué la estupidez es tan insulsa. «Los tontos se aburren porque carecen de una cualidad sutil: el discernimiento. Una persona inteligente descubre mil matices en un mismo objeto, percibe la profunda diferencia entre dos hechos aparentemente similares. Un tonto no los distingue, no discerne. Está orgulloso de su capacidad de creer que varias cosas diferentes son la misma sola cosa».
La constante repetición de las mismas circunstancias, las mismas conversaciones, los mismos clichés exasperantes pueden hacer la vida muy aburrida. Ver las cosas desde otro punto de vista no es la única forma de huir de esa calma chicha, pero sí es una de las más efectivas.
Si mejoramos nuestra curiosidad y capacidad de percepción, pensamos de un modo menos convencional y descubrimos otros puntos de vista que no son los más habituales u obvios, no solamente ganaremos inteligencia o eliminaremos estupidez; también viviremos una experiencia muy emocionante, placentera desde el punto de vista estético incluso antes de que podamos sacarle provecho.
Cambiar de perspectiva puede resultar muy divertido.