La educación

El aparato educativo ha sido un recurso estratégico en Argentina, desde la Organización nacional del siglo XIX. Era una "máquina" que producía, por un lado, integración de comunidades étnicas disímiles, y por la otra, una de las dos únicas ventajas comparativas que tiene el pais en la economía mundial, su población.

En un pais de inmigración en el grado en que lo fue y lo es Argentina, la capacidad de integrar culturalmente las nuevas levas de inmigrados es un punto crucial. Integrar implica un "modelo" de nación, un ideal compartido, que debe ser tan consistente y original como para unir, y tan flexible como para incorporar elementos de las culturas de las cuales los nuevos llegados son portadores. Los inmigrantes tienen que reconocerse en el modelo de nación, y a la vez reconocerlo en las otras personas que provienen de las más diversas regiones del mundo, y que en cuanto argentinos deben ser sus iguales, "espejos" de su propia identidad. Esta máquina -cuyo ideador fue probablemente Sarmiento- funcionó admirablemente bien hasta los años sesenta, secundada con eficacia por la cultura popular creada espontáneamente por la inmigración, a pesar de los obstáculos de varias ideologías racistas, aristocratizantes y xenófobas. La decadencia primero, y luego el desmantelamiento del aparato educativo, han producido sin embargo visibles daños: la integración de las últimas camadas de inmigrantes asiáticos (coreanos, vietnamitas, camboyanos) y latinoamericanos (peruanos, bolivianos) es alarmantemente deficiente. El aparato educativo parece siempre menos en condiciones de contrastar el racismo y la segregación.

Argentina, un pais que se sitúa muy lejos de la dinámica demográfica de Brasil o México (o de Colombia, Perú y Bolivia, para citar solo algunos países latinoamericanos) tiene un solo recurso demográfico, y es la mayor educación media de su población. Una educación media elevada significa mayor productividad potencial, y sobre todo más flexibilidad, más capacidad de pasar de un entrenamiento productivo a otro, según la dinámica sectorial de la economía. Esta es una valiosa ventaja comparativa del pais (la otra es la relativa disponibilidad de territorio, y por lo tanto de recursos naturales por habitante). La decadencia, y el sucesivo desmantelamiento del aparato educativo, acrece la parte de la población que no tiene acceso a una educación media, vuelve menos productiva y más rígida su dinámica laboral.

Es cierto que la eficiencia de la educación no puede medirse con parámetros de mercado, y ni siquiera con indicadores cuantitativos ciertos. Su efecto se verifica "a lluvia" sobre el entero sistema social, económico y político. El sistema educativo de los años 80 se encontraba en un estado ruinoso, como el resto de la sociedad argentina. Arcaico, repleto de incrustaciones y metástasis, deformado por las intervenciones reaccionarias y censorias no menos que por las modernizaciones sin plan ni coherencia, utilizado por los políticos como moneda de cambio electoral (los "ñoquis", o sea falsos ocupados que en realidad cobraban solamente su sueldo una vez al mes).

El ciclo de las dictaduras causó daños graves sobre todo en los estratos superiores del sistema educativo, con intervenciones represivas en las que asesinaron o forzaron al exilio partes significativas de la elite científica y docente. Pero el mecanismo probablemente más destructivo fue la creciente descalificación salarial. Los docentes de todos los grados y tipos, dotados de menor fuerza contractual, perdieron la carrera de la inflación, obteniendo salarios cada vez más bajos, hasta niveles ridículos. El resultado fue una selección regresiva de las nuevas levas, siempre de menor nivel y de menor empeño exclusivo.

El gobierno de Menem subvaloró gravemente el sistema educativo: fue uno de los sectores del gasto público más golpeados. Algunos experimentos tecnocráticos de dimensiones modestas no cambian el diagnóstico general; la educación pasó de la crisis al derrumbe. El cuadro se completa si se considera que fue casi del todo abandonada la investigación científica, que desarrollos como la Internet son inaccesibles para la mayoría de los argentinos, por la política tarifaria de las compañías concesionarias del sistema telefónico, que no hay inversiones ni esfuerzos serios para restaurar la centralidad argentina en el mercado del libro.

Revertir esta situación requiere un esfuerzo de grandes dimensiones, comparable al que determinó la creación del sistema a fines del siglo XIX.

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