NOTICIAS DE AMERICA LATINA Y EL MUNDO
Armas de construcción liviana
Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión por L.B.
La
mañana del domingo Adnan Ismail, de 45 años, estaba de pie junto a la puerta de
su arrasada imprenta y estrechaba las manos de los visitantes que acudían a
mostrarle su simpatía. Tenía los ojos enrojecidos y daba gracias con una frágil
sonrisa. Docenas de chicos y jóvenes se atareaban en despejar los escombros, los
cristales pulverizados, los fragmentos de maquinaria, las destrozadas chapas de
aluminio y los bloques de cemento esparcidos de forma caótica sobre la calle sin
asfaltar.
Muchos de esos jóvenes acababan de asistir al funeral de las 13 personas que
habían muerto la noche anterior -el más joven de ellos apenas tenía 16 o 17 años
y el mayor 28- tras salir armados de rifles y artefactos explosivos artesanales
a repeler la invasión de los tanques, transportes blindados y helicópteros que
comenzaron a bombardear su barrio. Otros residentes iban y venían desde la calle
salpicada de escombros hasta el hospital, a donde habían sido llevados cerca de
40 heridos, entre ellos civiles que habían sido heridos en el interior de sus
hogares.
Cuando la mañana del domingo temprano los vecinos telefonearon a Ismail a su
casa para comunicarle lo que había ocurrido, sólo le dijeron que los soldados
israelíes habían dinamitado la puerta de entrada de su imprenta. Cuando Ismail
llegó al lugar, con la barba sin afeitar, quedó conmocionado al ver que su
flamante guillotina mecánica, por la que había pagado 23.000 dólares, que había
recibido (de Israel, ¿de dónde si no?) hacía apenas un mes y que había instalado
solamente dos días antes del bombardeo, había quedado completamente destruida
cuando la puerta fue dinamitada.
La imprenta quedó igualmente arrasada. Se encaramó sobre fragmentos de
mobiliario, marcos de ventanas, rollos de papel y panfletos (algunos de ellos
escritos en hebreo) para acceder a las temblorosas y angostas escaleras de
hierro que conducían a la galería que había construido para albergar su avanzado
sistema informático. Allí realizaba trabajos de procesamiento de textos y de
edición de libros de texto, informes para organizaciones de derechos humanos,
pósters (como el que todavía colgaba intacto en la pared con la leyenda "El
Derecho de Jugar" inscrita sobre la imagen de un niño y una niña balanceándose
en sendos columpios).
Los cinco
ordenadores -el orgullo de la imprenta y de sus empleados-estaban volcados,
rotos, despedazados. Todavía no había podido comprobar si les habían robado los
discos duros, pues estaba claro que los soldados se habían tomado la molestia de
completar metódicamente el destrozo que no habían podido consumar las bombas.
Habían subido por la escalera y habían confiscado un archivo con miles de
diskettes que contenían material escolar infantil sobre ciencia y tecnología. "Futurekids"
se llamaba la serie. Ismail había impreso los textos que acompañan a los
diskettes y se suponía que después los distribuiría en las escuelas y en las
librerías. "Ése fue el shock más grande: ver que habían cogido ese material
escolar para los niños", dijo Ismail, que se graduó en física y matemáticas en
la universidad de Bir Zeit el año 1985.
Ismail alquila el primer piso del edificio a la familia Iyad, que vive en el
piso de arriba, en un apartamento que acabaron de construir hace dos años. El
sábado pasado, alrededor de las 22:20, todo -las camas, las paredes, el suelo--
comenzó a temblar en su casa, situada en el barrio Zeitoun del sudeste de la
ciudad de Gaza. Del
exterior llegaba un estrépito atronador.
`Vienen los tanques'
Los niños se despertaron asustados pero sus padres adivinaron inmediatamente lo
que estaba ocurriendo: llegaban los tanques. A partir de ese momento la familia
pasó seis espantosas horas acurrucada en un rincón mientras que el ejército
israelí bombardeaba el vecindario y destruía pequeños talleres donde
supuestamente se fabricaban cohetes. Los Iyad --madre, padre y cinco niños-- no
sabían qué hacer, tenían miedo de asomarse a la ventana, no fuera que los
soldados israelíes los tomaran por combatientes palestinos y les dispararan.
Por la misma razón tenían miedo de abandonar su casa. Todas las luces estaban
encendidas. Ningún soldado israelí intentó hablar con ellos. Ningún soldado
israelí ordenó tampoco a los 12 miembros de la familia Shuafiri, que vivía en la
puerta contigua, que salieran de su casa, situada encima del almacén Almania,
propiedad de la familia Hasanin, donde se fabrican pequeños componentes para
autos Mercedes, al lado de un taller que fabrica bombas agrícolas y de un taller
mecánico de reparación de motores de automóvil.
Tampoco la familia Shuafiri sabía qué hacer. Súbitamente, retumbó la primera
explosión. Los niños gritaron y las madres estrecharon entre sus brazos a los
más pequeños y corrieron a refugiarse en la habitación que parecía menos
peligrosa. Todo el mundo se acurrucó en un rincón. Y allí permanecieron sentados
durante cinco o seis horas, temblando y sacudidos por cada nueva explosión,
escuchando el estrépito de cristales rotos y puertas reventadas.
De repente se iluminó la oscuridad del exterior y por la ventana penetró un olor
a quemado. El estruendo de los disparos nutridos se podía oír en toda la ciudad
y poca gente durmió aquella noche. La gente de Gaza ha aprendido a distinguir
esos sonidos: primero detonaron una carga explosiva para demoler un taller,
luego un helicóptero invisible disparó un cohete, después un tanque lanzó sus
proyectiles y a continuación el invisible helicóptero que sobrevolaba la zona
disparó una ráfaga de ametralladora.
Todos esos medios fueron utilizados la noche del sábado hasta bien entrada la
mañana del domingo, en un vecindario donde algunas calles están asfaltadas y
otras se hunden en la arena. Algunos talleres tienen modernos sistemas
informáticos, mientras que otros basan su actividad en el uso de mano de obra
intensiva y sólo cuentan con equipos antiguos y pesados; algunos tienen puertas
reforzadas y otros están construidos con planchas de hojalata ondulada, cemento
y chapas de hierro. Los soldados israelíes colocaron cargas explosivas en 17
talleres repartidos en varias calles y los destruyeron completamente. Hubo como
mínimo dos explosiones por cada taller.
En el taller de Fuad Samaneh, donde se fabrican cajones de metal y puertas
pesadas, los soldados israelíes colocaron explosivos en todos los componentes
computerizados de las máquinas y luego los detonaron. Cerca de allí los soldados
dinamitaron tres casas pertenecientes a las familias Dehbuh, Abu Zour y Daouleh
en las que residían varias docenas de personas. Despues de que los soldados le
obligaran a salir, los residentes huyeron a las calles adyacentes.
Despertarse sin techo
Cuando a la mañana siguiente se atrevieron a regresar descubrieron que se habían
quedado sin hogar. Bajo la casa de los Dehduh habían dinamitado locales de
almacenaje que estaban vacíos. Abu Zur posee un taller de torneado y en el
taller de Daouleh se fabrican bombas de agua. También destruyeron un restaurante
de kebabs. Aproximadamente otros 15 talleres más fueron "parcialmente"
destruidos al estilo de la imprenta de Ismail.
Docenas de otros edificios resultaron dañados, como los de Shuafiri e Iyad,
donde baños, dormitorios, refrigeradores y lavavajillas quedaron destrozados,
sin mencionar los cristales rotos, las ventanas y puertas reventadas y las
grietas abiertas en las paredes. En otras casas, "sólo" rompieron los cristales.
Las aceras destrozadas, los postes eléctricos retorcidos, las ventanas de la
mezquita del barrio y las paredes de la escuela Safed (como la ciudad) ni
siquiera se computan.
El mercado de ropa de Sejayah fue reducido a cenizas. En una esquina del mercado
se ocultaba un grupo de palestinos armados, incluidos tres miembros de la
inteligencia militar. Un helicóptero invisible los identificó y disparó un
cohete, matando a cuatro. Se desató un incendio que se extendió y arrasó unas 60
tiendas y puestos. Algunos de ellos habían sido adquiridos recientemente por
desempleados que habían invertido sus últimos ahorros o los brazaletes de oro de
sus esposas para comprar el material y las prendas que pensaban vender para
intentar ganarse un mísero sustento.
Tres autobuses pertenecientes a la compañía Maadi fueron destruidos.
Aparentemente, un tanque se había quedado atascado en mitad de la calle Salah e-
Din. Para ver cuál era el problema los soldados tuvieron que salir del tanque y
de los transportes blindados que le acompañaban. Para defender a los soldados de
los palestinos armados, los tanques se apropiaron de dos autobuses aparcados en
la calle frente al domicilio de sus propietarios y los arrastraron hasta una
posición en la que fueron utilizados como barricadas temporales.
Los autobuses semidestrozados dañaron la valla y los muros de la casa. Cuando el
ejército israelí se retiró del lugar, un tanque empujó un tercer autobús a lo
largo de la carretera y después lo aplastó. Cerca de diez automóviles y un
camión pesado acabaron también laminados o severamente dañados por efecto de los
disparos.
Esta mezcolanza de hogares y talleres es el resultado de 30 años de dominio
israelí. Dado que a los palestinos no se les permitió desarrollar su propia
industria, nunca acotaron zonas específicas para la construcción de fábricas, de
modo que los pequeños talleres tuvieron que ser ubicados en los barrios
residenciales. Durante los años de Oslo, la Autoridad Palestina fue incapaz de
deshacerse de los talleres instalados en los barrios más pobres.
Cuando los cierres israelíes redujeron drásticamente el número de palestinos que
trabajaban en Israel, aumentó progresivamente la presión para abrir todo tipo de
industrias. No había posibilidad de establecer zonas industriales separadas.
¿Los 17 talleres destruidos deliberadamente por el ejército israelí producían
realmente cohetes o componentes de cohetes?
La gente de la ciudad de Gaza, incluidos algunos activistas semidesocupados
pertenecienes al estamento de seguridad gazatí, se muestran extremadamente
escépticos. Alegan varias razones:
Duda razonable
- Hace aproximadamente dos meses cuatro hombres de Hamas murieron a causa de una
explosión que se produjo de forma inexplicada en una zona de almacenaje
doméstico del barrio Sabra, en el sur de la ciudad de Gaza. Los activistas de
Hamas no permitieron que nadie se aproximara al lugar -ni periodistas, ni
representantes de organizaciones humanitarias, ni elementos de los servicios de
seguridad palestinos. Un periodista fue incluso apaleado por mostrar excesiva
curiosidad profesional. Se derivan dos conclusiones. Una: los cohetes fueron
fabricados en talleres secretos clandestinos. Dos: Hamas no se fía de nadie. No
revela fácilmente sus secretos, ni la identidad de sus activistas militares, y
no permitiría a cualquiera dedicarse a la fabricación de cohetes.
- La gente conoce a los dueños de los talleres destruidos. En algunos casos se
trata de negocios familiares que remontan hasta 30 y 40 años atrás y en los que
el padre enseña el oficio a sus hijos y éstos se lo enseñan a sus nietos.
¿Comprometerían todo ese capital, junto con su propio futuro, por fabricar
cohetes en la clandestinidad? La tacañería de uno de los propietarios cuyo
taller quedó completamente destruido es tan notoria, que incluso sus hijos, que
trabajaban con él, eran tratados como mano de obra contratada a quienes sólo a
regañadientes facilitaba el desayuno. ¿Acaso alguien así pondría en peligro sus
posesiones para fabricar cohetes?
- La mayoría de los talleres dan directamente a calles principales. Si
estuvieran fabricando cohetes, ¿cómo podrían sus propietarios ocultar de la
mirada de los transeúntes esos largos cilindros?
- El ejército israelí ha dejado claro durante los dos últimos años que es capaz
de llegar hasta cualquier taller situado en cualquier lugar de la franja de
Gaza. Si el propietario de un taller de tornería hubiera aceptado fabricar los
componentes de un cohete, simultaneando esa actividad con su trabajo normal, ha
tenido tiempo de sobra para pensárselo dos veces.
- Muchos propietarios de talleres soportaban presiones por parte de sus vecinos
para que movieran sus empresas a otro lugar. Para seguir trabajando en un área
residencial el dueño del taller tenía que convencer a sus vecinos de que el
ejército israelí podía tener la certeza de que en su taller no se fabricaban
cohetes.
- Destacados miembros de la Autoridad palestina en Gaza están convencidos de que
el ejército israelí atacó talleres fácilmente accesibles simplemente para
descargar tensión y ocultar el hecho de que hasta ahora ha sido incapaz de
descubrir los talleres de tornería donde se están fabricando realmente los
cohetes.
A la gente de Gaza no le gusta que se disparen esos cohetes
"Por cada cohete que cae en territorio israelí hay diez que alcanzan una casa
palestina y matan a palestinos", arguyen activistas de Fatah. El juego de los
cohetes es percibido como un ejercicio de hombría por parte de Hamas, que busca
fórmulas para demostrar al ejército israelí que todavía sigue implantado en
Gaza. Pero esta crítica se desvanece con cada bomba que disparan los israelíes,
de modo que Hamas está lejos de cesar sus disparos y de dejar de trabajar para
incrementar su potencia de fuego.
Es un hecho que los 12 jóvenes que salieron para hacer frente a los tanques y
los helicópteros eran miembros de la OLP, Hamas y Jihad Islámica. No permitieron
que las rencillas intestinas entre sus organizaciones los detuvieran.
Entre la noche del sábado y la mañana del domingo, en el plazo de seis horas,
cerca de 10 familias perdieron su hogar y 150 familias perdieron sus medios de
subsistencia. Varias docenas más sufrieron severas pérdidas económicas, para las
cuales no cabe esperar ninguna compensación.
De momento nadie habla del daño emocional. "Al diablo con todos ellos", murmura
un anciano que visita a una de las familias cuyo hogar resultó dañado. "¿A quién
te refieres?", le preguntan. "Al diablo con Sharon, con los que disparan cohetes
y con los colaboradores".
28 de enero del 2003-01-29
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