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Los piqueteros
oficiales ¿listos para gobernar?
Cecilia González
Masiosare
Es el principal fenómeno
argentino de protesta social del último año, conformado por desempleados de
barrios dispersos en todas las provincias, seguidores de un escrupuloso ritual
que inician con el bloqueo de las rutas de acceso a Buenos Aires o las
principales avenidas de ésta y otras ciudades.
Ahí los
piqueteros -piquetes son los cierres de carreteras- levantan barricadas, queman
llantas, lanzan consignas. Se enfrentan con la policía. Exigen planes sociales.
Y los obtienen. No sólo eso. Personajes centrales del año de la desdolarización
y consecuente crisis argentina, los líderes piqueteros han ganado en presencia
política y piensan aprovecharla no sólo en sus negociaciones con el gobierno,
sino incluso en las urnas.
Cuando
en junio de 1996 trabajadores petroleros de Neuquén cerraron la principal
carretera de esta provincia en protesta por haber sido despedidos no se
imaginaron que iniciaban un movimiento social de desempleados que seis años
después recibiría subsidios gubernamentales equivalentes a más de 6 millones de
dólares mensuales y que, en medio de la turbulencia política, social y económica
de la Argentina, ya se planteaba incluso gobernar al país.
Es el movimiento piquetero -piquetes son los cierres de carreteras-, el
principal fenómeno argentino de protesta social del último año, conformado por
desempleados de barrios dispersos en todas las provincias, seguidores de un
escrupuloso ritual que inicia con el bloqueo de las rutas de acceso a Buenos
Aires o las principales avenidas de ésta y otras ciudades. Ahí levantan
barricadas, queman llantas, lanzan consignas. Se enfrentan con la policía.
Exigen planes sociales. Y los obtienen.
Ese resultado es lo que da sentido y originalidad a los piquetes. Por ejemplo, a
través de Jefes y jefas de hogar, el principal programa social del gobierno del
presidente Eduardo Duhalde, 145 mil personas involucradas en el movimiento
reciben bonos gubernamentales con valor de 150 pesos al mes (alrededor de 43
dólares).
No sólo eso. Personajes centrales del año de la desdolarización y consecuente
crisis argentina, los líderes piqueteros han ganado en presencia política y
piensan aprovecharla.
"Queremos gobernar", resume Luis D'Elía, dirigente de la Federación Tierra y
Vivienda, parte de la poderosa Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que
agrupa a casi un millón de afiliados.
Diputado local por Buenos Aires, con una militancia política formada en las
comunidades eclesiales de base, D'Elía explica la estrategia. "Tenemos que
construir un movimiento político y social de millones; un movimiento que
intervenga en la crisis de representación de manera electoral, con candidatos
propios, debemos crear una fuerte estructura", dice.
Pareciera que
tiempo es lo que les va a faltar para armar esa nueva estructura porque hasta
ahora el calendario político argentino prevé elecciones presidenciales para
abril, aunque la CTA apuesta a un retraso. "Las elecciones legales deben
realizarse hasta el 30 de octubre, esa es la fecha constitucional, si logramos
que se respete esa fecha, ya con eso ganamos tiempo para construir lo nuestro".
Sin
censos oficiales, se estima que existen entre 150 mil y 200 mil piqueteros
organizados.
***
Uno de esos grupos es el Movimiento Barrios de Pie [perteneciente a la CTA,
http://www.barriosdepie.org.ar/], desde el cual también se preparan planes para
disputar el poder. Sólo que, a diferencia de la CTA, este sector se plantea una
visión de más largo plazo y por lo tanto no buscará participar con candidatos
propios en la próxima elección.
"Nuestra propuesta tiene que ver con un cambio de gobierno a futuro, un cambio
de modelo; hay que trabajar por construir un gobierno popular que tome los
designios de este país", explica Jorge Ceballos, dirigente del movimiento. "En
estas elecciones no vamos a participar pero no tenemos una posición
antielectoral. Ya cuando se pueda generar una alternativa real trabajaremos en
la misma, pero hoy las elecciones están convocadas únicamente para ver quién
continúa con este modelo económico y eso no estamos dispuestos a legitimarlo".
Las cifras
La década menemista fue sinónimo de privatización. Cuando le tocó el turno a la
paraestatal petrolera YPF, hoy en manos de la española Repsol, se desmantelaron
nóminas y sobrevino la oleada de protestas.
En junio de
1996, los despedidos de YPF en la comunidad de Cutral Có, en Neuquén, bloquearon
la carretera principal durante una semana. Acompañados día y noche por sus
familias, los desempleados lograron que se les incluyera en el programa social
Trabajar, que otorgaba subsidios económicos.
Fue el principio de los piquetes. A Neuquén le siguieron protestas en Salta,
Jujuy, Córdoba y Corrientes. Hace dos años, el movimiento hizo acto de presencia
en Buenos Aires y sólo entonces se reconoció su carácter nacional.
Las cifras dan
cuenta del crecimiento de este fenómeno. De acuerdo con el Centro de Estudios
Nueva Mayoría, en el primer semestre de 1997 hubo 77 piquetes en todo el país;
en el mismo periodo de este año se registraron mil 609.
"Mi visión de los piqueteros no es muy romántica", señala Julio Burdman,
director de Investigaciones del Centro, "puede parecer un movimiento alternativo
en épocas de turbulencia, pero pasado ese periodo va a causar mucho rechazo en
la población que es afectada por los cortes de ruta. Los piqueteros deben tener
inteligencia para transformar su protesta".
Los piqueteros no opinan lo mismo. Plantado frente al Congreso, en una protesta
que cierra una jornada de tres días de movilizaciones por todo el país, Favio
Basteiro, secretario general de la CTA en Buenos Aires, confía en el apoyo
incondicional de la sociedad argentina a su movimiento. "Hay un entendimiento de
que el problema no es el corte de ruta, todos saben que hay algo más de fondo, y
que en cualquier momento la situación los puede llevar a ser desempleados y
tener que protestar junto con nosotros".
La realidad ampara el optimismo de los piqueteros: hoy, uno de cada cuatro
argentinos en condiciones de trabajar se encuentra desempleado y sin esperanzas
de cambiar su situación.
El poli piquetero
Vestido con su uniforme azul y la placa que lo identifica como policía colgada
del lado del corazón, Ricardo Santillán apareció el 11 de octubre como orador en
una protesta en la Plaza de Mayo y, sin proponérselo, se convirtió en uno de los
iconos más recientes del movimiento piquetero.
Desde el templete, este hombre moreno y robusto pugnó por una reconciliación
entre la policía y los ciudadanos; despotricó en contra del sistema político;
promovió la creación de un sindicato de policías, y lo aplaudieron. Al día
siguiente, sus superiores le informaron por escrito que quedaba suspendido
durante 10 días. Santillán denunció la medida ante la prensa, y entonces la
sanción se amplió otros 10 días.
Poco le importa el castigo a este hombre de 38 años, padre de dos niños de cinco
y siete años, y quien gana 400 pesos mensuales (alrededor de 110 dólares, la
mitad de los cuales se le va en pagar la renta de su casa). "Fui uniformado al
piquete porque es una manera de decir que la policía debe estar del lado de la
gente", cuenta, "pero a los jefes no les gustó y se aprovecharon de que el
reglamento que tenemos es muy estricto; viene de la época de la dictadura, y
dice que no tenemos derecho a hablar ni a opinar".
Sin excepción, los cuerpos policiales de Argentina cargan con una sombra de
corrupción y abusos a sus espaldas, imagen que Santillán ha combatido durante
los 12 años que ha trabajado como policía.
"Yo no estoy de acuerdo con la mano dura, no hay que perseguir a los chicos ni
ser gatillo fácil; claro que a muchos jefes no les gusta que uno diga estas
cosas, pero yo no me voy a callar, tengo derecho a protestar aunque sea policía
porque yo también padezco los abusos de quienes tienen poder y lo usan mal".
Santillán sigue yendo a los piquetes, pero ya sin uniforme.
Piquetero bueno vs
piquetero malo
Tienen un discurso prácticamente idéntico a partir del cual combaten el
neoliberalismo; buscan conformar alianzas con otros sectores sociales y quieren
convertirse en los sustitutos de la clase política que ha gobernado a la
Argentina durante las últimas décadas.
Sin
embargo, el movimiento piquetero insiste en marcar las diferencias que alejan a
unos sectores de otros.
Por ejemplo, el Bloque Piquetero Nacional acusa al ala del Congreso de
Trabajadores Argentinos (CTA) y de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de
pactar con el gobierno duhaldista a cambio de obtener mayores programas
sociales. En el revire, la CTA califica al bloque de radicales, violentos y
fundamentalistas. No hacen piquetes juntos.
Una diferencia de fondo se evidencia en la lectura del estallido social que
vivió la Argentina el 19 y 20 de diciembre del año pasado y que marcó el inició
de la gran crisis que desde entonces ha mantenido en vilo al país.
"El año pasado la
CTA no estuvo en las manifestaciones.
Se borraron y
dijeron que había habido un complot, que los que participamos servíamos a los
intereses desestabilizadores de la derecha", acusa Ceballos, líder perteneciente
al bloque. No se
equivoca, porque D'Elía repite una y otra vez ese mismo discurso.
"Todos los saqueos que hubo en diciembre en Buenos Aires fueron inducidos porque
son funcionales a la derecha, los promovieron aquellos que necesitaban
justificar el autoritarismo, la represión, el asesinato; los troskistas fueron
funcionales a la derecha", dice D'Elía, "nosotros tratamos de politizar la
propuesta, no de agitar más el caos".
Ceballos refuta: "Ellos (la CTA y la CCC) son los que le hicieron el juego al
gobierno porque plantearon la disyuntiva entre el piquetero bueno y el piquetero
malo".
Los "buenos", según el manejo mediático, serían la CTA y la CCC, porque acuerdan,
dialogan con el gobierno. El papel de los "malos" -por cubrirse la cara en las
marchas, por asumir una supuesta actitud de intransigencia- lo juega el Bloque
Piquetero Nacional en el que participan el Movimiento Barrios de Pie, el
Movimiento Independiente de Pensionados y Jubilados, la Coordinadora Aníbal
Verón, [el Movimiento Teresa Rodríguez], el Polo Obrero y el Frente Unico de
Trabajadores Desocupados, entre otros.
Vamos,
tan peleados están que ni siquiera coinciden en el número de sus muertos. El
bloque suma en sus listas de víctimas propias a las 31 personas asesinadas
durante la represión que se desató el 19 y 20 de diciembre del año pasado. "En
total, de este lado ya ha de haber unas 50 personas asesinadas por participar en
piquetes en todo el país", dice Ceballos, cifra que contrasta con los 13
compañeros muertos que enumera D'Elía, quien confiesa su molestia por el
escándalo que desató el caso de Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano
Costeki, de 25, los jóvenes piqueteros asesinados por la policía durante una
protesta el 26 de junio.
"Ellos son los muertos 12 y 13, pero antes de ellos hay otros 11 sobre los
cuales nadie habla", se queja.
Claro, Santillán y Costeki
pertenecían a la Coordinadora Aníbal Verón, uno de los grupos opositores al de
D'Elía.
¿El efecto Lula?
El 29 de septiembre Lula Da Silva aún era candidato a la presidencia de Brasil y
en su cierre de campaña tuvo un gesto que animó a los piqueteros: levantó el
brazo de Víctor De Gennaro en señal de triunfo y deseó que el líder de la CTA
fuera algún día presidente de los argentinos.
Desde
entonces las miradas y las especulaciones rodean a De Gennaro.
Sobre todo durante el
Congreso Nacional que la CTA realizó en Mar del Plata a mediados de diciembre
para anunciar la creación de un nuevo "movimiento político, social y cultural";
no un partido político.
Algunas voces, como la de la diputada Alicia Castro, se animaron a pedir que De
Gennaro fuera candidato presidencial en las próximas elecciones. "Este es un
proceso largo y no podemos apurarnos", fue la prudente respuesta del dirigente
sindical.
El peso y la presencia política de los piqueteros va en aumento. Una prueba más
de ello la dieron las organizaciones durante los piquetes que realizaron los
pasados 19 y 20 de diciembre para conmemorar el primer aniversario de la caída
del gobierno de Fernando de la Rúa.
Semanas
de especulaciones de posibles brotes de violencia se vinieron abajo cuando en
esos días todas las corrientes de piqueteros se pusieron de acuerdo para
manifestarse en horas y lugares diferentes. Las marchas fueron multitudinarias
y, sobre todo, pacíficas. En dos largas jornadas, los piqueteros demostraron un
nivel de organización y una capacidad de convocatoria que hace un año no tenían,
y ampliaron las demandas que dieron origen a este movimiento.
Ya no exigieron únicamente
acceso a programas sociales ni oportunidades de empleo, sino una completa
renovación de la clase política argentina.
Lula fue el reiterado ejemplo a seguir, la esperanza. "Es indudable que lo de
Brasil es una experiencia altamente positiva, su triunfo impacta favorablemente
en todos lados porque le demuestra a la sociedad que un trabajador puede llegar
a gobernar", dice Jorge Ceballos, del Movimiento Barrios de Pie.
Para el investigador Julio Burdman, el movimiento piquetero tendrá una gran
oportunidad de utilizar el capital político acumulado, pero no en las próximas
elecciones.
"Podría activarse políticamente en caso de que el próximo gobierno tenga un
tinte neoconservador neoliberal, por ejemplo, Carlos Menem; en ese caso los
piqueteros sí pueden formar parte de una resistencia importante", evalúa Burdman,
y no escapa a la analogía con el ejemplo brasileño: "Un sector de los piqueteros
podría tener un futuro político formando parte de un movimiento social parecido
al PT brasileño o a la centroizquierda, ese sector tiene más oportunidad que la
ultraizquierda. Pero soy pesimista, porque la izquierda argentina ha sido
incapaz de crear un movimiento político importante, es muy fragmentada,
irracional, nunca produjo políticos aceptables.
"Si los piqueteros son inteligentes pueden formar una nueva oportunidad de crear
una nueva izquierda en Argentina, sobre una demanda social que es real y que no
puede ser canalizada por los partidos tradicionales, porque el peronismo condujo
la demanda social de la posguerra, pero hoy no la puede representar. Hay que ver
si alguien puede encabezar esa nueva oportunidad de la izquierda para liderar la
Argentina del futuro".
-¿Ya hay alguien a la vista?
-No... yo no veo a nadie todavía.
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