NOTICIAS DE ARGENTINA
Argentina en perspectiva
Daniel Campione
Si
lo ves al futuro, esta vez dile que venga
Balance de doce meses
La
sociedad argentina parece estar, un año después del 19 y 20 de diciembre, en el
trayecto intermedio de o hacia muchas cosas.
Han sido doce
meses particularmente intensos, llenos de señales contradictorias e
indefiniciones, pero también de acontecimientos inéditos y creaciones novedosas.
Si
miramos hacia el poder, la sensación de indefinición, de continuidad impune de
los viejos abusos, resulta inequívoca. El sistema de partidos destruido, pero
sin nadie que lo reemplace, las instituciones parlamentarias desprestigiadas,
pero votando leyes de sentido parecido al habitual de estos últimos años,
incluyendo las que producen gigantescas transferencias de riqueza al gran
capital, la Corte Suprema siempre al borde del juicio político (colectivo o
individual) pero que sigue ejerciendo la depredación del derecho y la justicia
con sus fallos. En el ámbito del poder económico los bancos han vuelto a recibir
depósitos, las petroleras a aumentar sus tarifas, los dólares siguen siendo
enviados al exterior, la negociación interminable con el Fondo Monetario
Internacional continúa, los productores de alimentos aumentan los precios para
equipararlos con el mercado internacional, mientras las empresas mantienen los
salarios estancados(...) El gobierno se ha debatido entre la búsqueda de un
consenso degradado, sin más recursos que un asistencialismo cuya distribución ya
no controla plenamente, y la promesa de un 'reordenamiento' económico que sigue
basado en la deferencia al gran capital, y un ejercicio de la coerción que
oscila entre la torpe brutalidad y ciertas pretensiones de selectividad y
sutileza. No tiene legitimidad de origen en el voto, y para colmo no encuentra
como reconstruirla para el próximo presidente: adelantar las elecciones
generales y postergar indefinidamente las 'internas' que el propio gobierno
convirtió en ley, parece ser todo el caudal estratégico de que dispone. Sin
embargo, todos los candidatos representan o bien la continuidad de lo existente
(con o sin una delgada capa de maquillaje), o la búsqueda de un 'cheque en
blanco' para tentar repetir la búsqueda de un 'capitalismo ético', esta vez sin
otro sustento que una figura carismática siempre al borde del ridículo.
Todo
parece seguir igual en la superficie ... y sin embargo por abajo muchas son las
novedades. Baste recordar que hace un año justo no existían las asambleas
populares, ni los 'cacerolazos', que el movimiento piquetero no tenía la
masividad y el apoyo social que hoy ostenta al punto que los académicos 'serios'
podían proclamar impunemente que no era un actor social sino una suma de 'víctimas',
que las 'fábricas recuperadas' eran muchas menos y su trayectoria poco difundida,
que los 'escraches' eran todavía identificados primordialmente con los genocidas
y sus cómplices y no con la protesta contra todo poder opresor, que en el
terreno cultural ha habido una verdadera explosión de información, reflexión y
manifestaciones artísticas en torno a lo ocurrido en los últimos tiempos, en
todos los soportes y modalidades posibles, desde los graffitis a Internet,
pasando por el video, el teatro y las artes plásticas, y siempre bajo el signo
de las nuevas formas y la participación de nuevos actores. El espacio urbano, y
no sólo el de Buenos Aires, ha sido un escenario constante de lucha, con los
trabajadores, los piqueteros, los estudiantes, los disconformes de todo pelaje,
ocupando o reocupando espacios, 'sitiando' al poder económico y al político...
Los mitos posmodernistas del ocaso definitivo de la política de masas, de una
sociedad indefinidamente pasiva ante el reinado del gran capital y la conversión
de la democracia en la opción entre segmentos de una misma elite dirigente, con
programas más o menos idénticos, y de todas maneras destinados a no cumplirse,
yacen por el piso. Los 'diálogos' manipulados desde el poder, en los que se
juega a que no hay antagonismos, a que 'todos somos argentinos' y podemos
resolverlo todo 'participando' dentro de las coordenadas marcadas por
empresarios, iglesia y dirigencia política, se han hundido en la inoperancia,
sirviendo sólo para dar oxígeno a las ONGs que necesitan de muchos pobres
pacíficos y obedientes para ejercer su rentable humanitarismo...
Es
cierto que ha habido un reflujo en la movilización, que existen discrepancias e
inconvenientes, que el poder no ha fracasado del todo en su táctica eterna de
dividir entre 'moderados' y 'extremos' entre 'pacíficos' y 'violentos', con las
complicidades del caso entre los organizadores y dirigentes de los movimientos.
También es verdad que los organizados y movilizados, siendo numéricamente
importantes, constituyen una pequeña minoría dentro del total de la población, y
que hay otros sectores que continúan profesando el sentido común signado por el
conformismo invariable, el individualismo a tiempo completo, el escepticismo de
pretensión astuta pero resultados paralizantes, la búsqueda del bienestar en el
consumo real o simbólico...
Sin
embargo, el potencial demostrado por las clases subalternas de nuestro país, la
enorme voluntad desplegada para construirse un lugar diferente, el encauzamiento
creativo del odio contra los fautores del reinado de la desigualdad y la
injusticia, son difíciles de sobrevalorar. Las subjetividades se modifican en el
curso del propio proceso, y allí están como testimonio contundente los miles de
personas que han regresado últimamente a la militancia y a la lucha, abandonando
a conciencia años de repliegue individualista para incorporarse a un movimiento
que, en medio del sufrimiento por la desocupación, el deterioro salarial, el
empobrecimiento generalizado, abre luces de esperanza y ha dado lugar a un clima
social nuevo. Y por sobre todo, parece superado definitivamente el reino del
miedo que se instauró en los aciagos días de la dictadura militar, esa sensación
de que cualquier protesta, cualquier manifestación de desacuerdo, sería
fatalmente derrotada, castigada, borrado hasta su recuerdo. Las clases
subalternas han ido aprendiendo que el ejercicio del terrorismo de estado no es
algo que el poder pueda poner en práctica en cualquier momento, que no dispone
de ningún fatídico 'botón rojo' que elimine a sus adversarios con sólo oprimirlo.
Y ese aprendizaje se hizo a través de una estela de luchas que van de las Madres
a los Hijos, de las temerosas primeras manifestaciones contra la dictadura al
combate callejero contra la policía del 20 de diciembre, que por cierto dejó
muchos muertos entre los manifestantes, pero también la estampa imborrable de un
presidente sin otro remedio que huir frente a la protesta popular irrefrenable,
y una sensación de júbilo inconfundible, pese a llevar la marca del dolor y la
rabia.
Con
todo, el problema sigue siendo el armado de una alternativa, la construcción de
una fuerza social capaz de derrotar al poder existente, que no sólo no caerá por
su propio peso, sino que sigue teniendo en sus manos los resortes necesarios
para intentar imponer sus 'soluciones' a la crisis existente, en cuánto logre
recomponer un mínimo consentimiento para emprender ese camino. Y la resolución
de esa carencia no es lo suficientemente simple como para pensar que los
llamados a la 'unidad', o la conformación de algún artificial 'centro
coordinador' puedan darle respuesta.
Las
fuerzas del cambio
Una
trayectoria de décadas marcaba a la izquierda argentina como una fuerza
raquítica, que ocupa un lugar marginal en la sociedad y en la política del país,
con una influencia en todo caso circunscripta a ciertas capas medias 'ilustradas'
de las grandes ciudades, y con más repercusión en el campo cultural que en el
político. Esto se ha venido revirtiendo, gradualmente, en los últimos tiempos, y
con más claridad a partir del año 2001. Una izquierda más plural y multiforme
que nunca, ha ganado las calles frente a fuerzas otrora con arraigo de masas (los
dos partidos tradicionales, la dirigencia sindical tradicional), que hoy sólo
pueden movilizar a clientelas más ligadas por el interés personal y de grupo que
por la convicción o el entusiasmo. Puede afirmarse sin exageración, que una
heterogénea conjunción que tiende a coincidir en el cuestionamiento radical, a
veces en términos difusos, a la dirección política del bipartidismo, al poder
económico, y a las instituciones supuestamente garantes del orden y la justicia
ha quedado dueña de las calles. Y esto en un proceso en el que la reocupación
del espacio público tiene una importancia fundamental, al encarnar el abandono
del puesto frente al televisor para reconquistarlo en las calles y en las plazas.
Muchas de las fuerzas que pueden identificarse sin forzamientos con posiciones
de izquierda, por su tendencia al cuestionamiento de las bases de la sociedad
existente, son enteramente nuevas, no ya en su existencia como organizaciones
sino en el objeto mismo de su acción y en los sectores sociales que nuclean. El
tándem partidos- sindicatos- organizaciones culturales se encuentra hoy
completamente superado por piqueteros, asambleas y otras formas de organizar y
movilizar a las clases subalternas, que no responden a los esquemas
tradicionales, que incorporan mucha gente que nunca antes participó en la acción
colectiva, y que tienen la posibilidad de que la multiplicidad se convierta en
fuerza, y no en impulso constante a la fragmentación y la dispersión.
Existe una paradoja profunda: Esa izquierda en crecimiento viene de una crisis
que afecta la credibilidad de todas las organizaciones políticas (con menos
intensidad a ellas, pero sin excluirlas) en nuestro país, y de una puesta en
cuestión mundial de las prácticas desarrolladas en nombre del socialismo a lo
largo del siglo XX. Vale decir que se encuentra con un momento que señala un
punto alto de su poder de convocatoria, junto con un estadio muy bajo en el
prestigio de sus ideas y organizaciones. Ambas cosas coexisten conflictivamente,
y esto se nota.
El
crecimiento electoral de la izquierda en octubre de 2001, se dio de la mano de
una opción 'antipartido' Autodeterminación y Libertad'. Muchos de los que
optaron, quizás por primera vez en sus vidas, por emitir un voto con ese
contenido, eligieron la alternativa que se presentaba como menos ligada a esa
tradición. Y para complicar el cuadro, a los pocos meses esta organización entra
en un conflicto que parece reproducir los peores vicios de la 'partidocracia'.
El
movimiento piquetero alberga la mayor capacidad de crecimiento entre los
trabajadores, hoy desocupados, una fuerte tendencia a la radicalización en el
cuestionamiento del sistema, y formas organizativas novedosas, con alto
componente de democracia directa, de revocatoria de las formas de representación
que son la clave de bóveda de la dominación política... pero reproduce la
tendencia a la división de las izquierdas, y en buena parte está dirigida por
partidos, en un arco que va del maoísmo al trotskismo pasando por el
nacionalismo radical, y que conjuga las virtudes de disciplina y tenacidad con
los viejos vicios del vanguardismo y la tendencia a destruir lo que no se
controla...La lucha entre lo nuevo que no acaba de afirmarse y lo viejo que no
termina de morir no se da sólo sobre el eje de clases opuestas, sino al interior
de quiénes aspiran a construir una sociedad nueva. Y el fantasma de la
fragmentación permanente se muestra síntoma de fenómenos mucho más complejos que
la mezquindad y el sectarismo de un puñado de dirigentes.
De
todas maneras, el movimiento piquetero parece desplazarse rápidamente hacia la
radicalización, de sus ideas y también de sus prácticas. En aproximada
coincidencia con la rebelión del 20 de diciembre, lo que parecía ser una mayoría
amplia (las agrupaciones ligadas a la CTA y a la Corriente Clasista y
Combativa), se fueron tornando clara minoría, al menos a juzgar por la capacidad
de movilización desplegada últimamente, y avanzan los que, con distintos grados
de claridad, apuntan al rechazo a la conciliación y a la abolición definitiva de
la utilización de 'las bases' como masa de maniobra.
Las
asambleas populares pueden haber disminuido en número de participantes, pero han
consolidado sus mejores tendencias. Ampliaron sus 'incumbencias' hacia el arte y
la acción cultural en general, ocuparon espacios que tomaron como propios,
profundizaron las iniciativas de solidaridad recíproca y activa con las
manifestaciones piqueteras y los trabajadores en lucha, y siguen en el empeño de
reconstruir una 'visión del mundo' para esa 'clase media' que supo ser baluarte
del sistema social y hoy engrosa con fuerza creciente las filas de sus críticos.
'Piquete y cacerola la lucha es una sola' es una de las mejores consignas de una
época que ha generado muchas.
¿Los
trabajadores en actividad? Por momentos constituyen una ruidosa ausencia, que
quizás preludie una nueva entrada en escena. La burocracia de la CGT ha perdido
capacidad de movilización y aun de pronunciamiento público sobre cualquier
problema, sin que eso haya sido capitalizado por la CTA, ni por nadie. E incluso
el sector de trabajadores estatales y docentes, el más activo de los últimos
años, no se destaca últimamente, mas allá de la ocasional participación en
manifestaciones que no convoca, o en algún conflicto muy puntual. Las empresas
recuperadas por trabajadores constituyen un proceso más que interesante, incluso
por el debate que promueven entre formas que atienden de modo prevalente a la
conservación de la propia fuente de trabajo, o aquellas otras que apuntan con
claridad contra el poder patronal en general. Pero mas allá de eso, abarcan a
unos pocos miles de personas en todo el país. Las agrupaciones
'antiburocráticas' no pasan, hasta ahora, de ser el fenómeno marginal de
costumbre, sin posibilidades de disputar la dirección del movimiento obrero, ni
dentro ni en paralelo a las organizaciones sindicales tradicionales. Todo indica
que la cultura defensiva, individualista, inducida por la altísima desocupación,
el 'cuidar' el puesto de trabajo, sigue fuerte. Y esto va acompañado por el
descomunal desprestigio de la dirigencia sindical que, aun mas que en el caso de
la política, no está facilmente dispuesto a hacer distingos entre buenos y malos
dirigentes sindicales. En conjunto obran para reprimir el movimiento y
obstaculizar el avance de propuestas alternativas.
En
suma, algunas viejas fórmulas siguen siendo válidas: "Lo nuevo no acaba de
nacer, lo viejo se resiste a morir". Y en esa coexistencia forzada de ambos
términos se desarrollan procesos creativos y novedosos, junto con viejas y
nuevas patologías que emergen como resultado de la descomposición de un orden
históricamente superado, pero no materialmente extinguido. Lo infame y lo
sublime se encuentran casi mezclados, pero ninguna fuerza externa, ningún
designio superior vendrá a separarlos.
Sólo la lucha
social, la transformación cultural, la imaginación colectiva, pueden sentar las
bases de un orden nuevo. Y eso a condición de atreverse a pensar y actuar con
independencia de los dictados de los poderosos, por fuera de los márgenes en que
ellos pretenden encerrar el debate, y con el empeño permanente de expandir los
límites de 'lo posible'. Todavía nos aqueja la sabiduría popular del 'esto no
tiene arreglo', o la conseja de los poderosos 'mas temprano que tarde la
sensatez se impondrá', y hasta la artera amenaza de que hay que sosegarse, so
pena de que 'alguien' venga a imponer nuevamente el orden de los otros.
Necesitamos mucha más 'insensatez', mucha mayor audacia, que la ya bastante
desplegada hasta ahora. Por lo menos la suficiente como para tomar masiva
conciencia de que en la lista de los enemigos a destruir, el enorme poder del
gran capital es el que articula a todo el resto... Y como tal no hay combate
verdadero sino se asume el carácter y magnitud de su adversario, tal que no
permite la facilidad del 'ataque frontal' rápido y definitivo, pero tampoco
ningún intento de soslayarlo o, menos aún, de convivir pacíficamente con él. Se
necesita una fuerza social con la magnitud, cohesión interna y claridad de
objetivos que se requieren para combatirlo, y no la tenemos.
Ni convocatorias
iluminadas ni 'juegos en el bosque' mientras se finge que no está el lobo,
podrán ayudar a construirla.
El desafío es enorme, las
dificultades son variadas, llevará tiempo afrontarlo...no hay un segundo para
perder.
|