Recuperar una fábrica, ponérsela al hombro y sacarla al
frente. Esta oración no ocupa más de sesenta caracteres pero contiene en su
expresión años de organización, sufrimiento, perseverancia y, sobre todo,
compromiso. Eso vienen haciendo desde hace un tiempo miles de trabajadoras y
trabajadores en todo el país, que, cada vez más organizados, autogestionan las
fábricas donde antes eran empleados.
Las fábricas recuperadas no son un fenómeno sino un proceso,
dice Luis Caro, abogado y referente del Movimiento Nacional de Fábricas
Recuperadas. Sobre todo es un proceso de desengaño y de
desestructuración, de rebeldía y revelación. Este proceso es, en parte,
consecuencia de y respuesta a una lógica y una práctica capitalista desarrollada
en la Argentina durante décadas y profundizada sobre todo en la última; el
famoso pensamiento neoliberal del que nos convencieron a quienes pensábamos que
nuestro país, América Latina, el mundo, no tenían otra alternativa. Pero de a
poco hemos ido descubriendo que si la hay, que cuesta pero existe.
El modelo económico que impone este pensamiento generó un
terrible proceso de desindustrialización y una destrucción masiva de fuentes de
trabajo. Para Eduardo Lucita (Revista Cuadernos del Sur, Nº 34, noviembre de
2002 ), más de cuatro años de recesión han concluido con la economía ingresando
en un ciclo de depresión y estancamiento, con fuertes caídas de la demanda
agregada, del producto bruto interno y de la inversión bruta fija, así frente a
este panorama, dice la revista Marabunta en su edición n°2 (noviembre de 2002),
la toma de fábrica y la decisión por asumir el control y la gestión obrera de
por sí resulta un hecho sin precedentes en el pasado reciente, un salto
cualitativo en la organización y conciencia de los trabajadores que lo asumen.
Todos los obreros que empiezan a producir en las fábricas,
ahora bajo su control, no pueden entender cómo los patrones justificaban las
deudas, las atrasos, los ajustes, las rebajas y las quiebras, argumentando que
el dinero no alcanzaba para cubrir todos los costos. No lo pueden entender
porque hoy, con mucha menos producción todos los trabajadores pueden vivir
dignamente y autogestionando su trabajo.
Una nota de la periodista Alejandra Dandan en el diario
Página/12 del 5 de enero pasado, nos presta algunos datos relevantes obtenidos
por el equipo de Sociología de las Organizaciones de la Facultad de Sociología
de la Universidad de Buenos Aires: desde agosto de 2000, los obreros organizados
son aproximadamente diez mil y trabajan en 107 plantas recuperadas (otros
calculan más de 150), que en su mayoría habían declarado la quiebra para cerrar
sus puertas; el 90 porciento de las fábricas eliminó los puesto de jerárquicos e
instrumentó un régimen igualitario de redistribución del ingreso. En el 70
porciento, la producción ya alcanzó o superó los niveles anteriores.
El Movimiento encuentra a trabajadoras y trabajadores en
distintos procesos de recuperación: algunos recién suspendidos y con la empresa
llamando a quiebra, a otros acampando en la puerta de la fábrica, montando
guardia para que no los dejen definitivamente en la calle, a otros montando
guardia pero adentro para resistir el desalojo, ejerciendo el derecho a defender
sus fuentes de trabajo; a algunos compañeros ya formando una cooperativa para
emprender la aventura, otros que ya se han consolidado como cooperativa y están
produciendo plenamente o comenzando. Todos se encuentran,
intercambian experiencias, realizan acciones conjuntas y solidarias y buscan la
manera de crecer colectivamente porque van comprendiendo que así pueden
solucionarse sus problemas y los de los demás trabajadores.
Al irse encontrando con otros compañeras y
compañeros y compartiendo las experiencias, se dan cuenta que no fueron los
únicos, que todos pertenecen al sector desfavorecido dentro de un sistema de
explotación que, con su lógica de ajuste laboral, permanentemente los va dejando
en la calle para reemplazarlos por mano de obra cada vez más barata.
La perversa lógica capitalista dominante entiende que el
costo de la producción pasa por la mano de obra, para que una empresa pueda ser
rentable y competitiva, debe tener un bajo costo laboral. Con este argumento que
se expande, impone y presenta como solución internacionalmente y frente a las
permanentes crisis económicas y las crecientes necesidades de la sociedad, los
trabajadores en las fábricas van cediendo sus derechos: aceptan cobrar en negro,
aceptan que les paguen con atraso, aceptan que les echen compañeros, aceptan
rebajas de salario. A su vez por la flexibilización laboral quienes entran a
trabajar ya lo hacen con derechos cercenados desde el vamos. Y al mismo tiempo
los llamados a quiebra esconden el siniestro objetivo de dejar a los históricos
trabajadores en la calle, volver a comprar la fábrica con testaferros y empezar
con nuevo personal más disciplinado y barato, aprovechando la grandes
necesidades que el masivo desempleo genera. Durante años, por el fantasma de la
desocupación, los obreros aprendieron a naturalizar situaciones intolerables de
explotación cada vez más intolerables, declara Gabriel Fajn, coordinador del
grupo de investigación de la UBA, en la misma nota de Página/12, ya citada.
Cuando ese fantasma se les aparecía y los tocaba, entonces se reaccionaba,
demostrando que si no hay conflicto, no hay acción y sin ella no existe un
inicio de toma de conciencia. Al mismo tiempo el grado de participación de los
trabajadores, es directamente proporcional a las dimensiones que ha tenido el
conflicto en la fábrica, agrega Fajn.
El Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, no es el
único que contiene a los trabajadores que se plantaron y en algún momento
dijeron ¡BASTA! y se decidieron a defender sus trabajos.
Entre las fábricas recuperadas hay dos posturas respecto a su
control. Están las que se han conformado en cooperativas que buscan un control
propio y las que también pretenden un control obrero pero con la estatización de
la empresa. Por ahora no deja de ser una discusión teórica (que no voy a
desarrollar en este artícuo), que, en la práctica, no presenta muchas
diferencias. Como en otros sectores del campo popular, este movimiento no escapa
a la división de sus fuerzas. Lamentablemente, como suele suceder en estos casos,
en lugar de cerrar filas detrás de los intereses comunes de la clase obrera
fueron surgiendo polémicas y disputas que impiden conformar una red unitaria de
fábricas ocupadas y en lucha, y aún sin quererlo están metiendo a los
trabajadores en una interna que los excede y peor aún los perjudica. (Revista
Marabunta, N°2, Noviembre 2002)
Sin mucha idea pero con enorme dignidad las trabajadoras y
trabajadores tomaron el toro por las astas, se enfrentaron a algo que parecía
imposible y empezaron a caminar haciendo camino. Por supuesto, ese camino no fue
ni es fácil. Las experiencias pueden ir variando de a acuerdo a cómo comienza el
conflicto en cada una pero tienen algunas características en común, como por
ejemplo tener que enfrentarse a jueces sin sentido común, fiscales con poco
conocimiento legal, síndicos comprados por la patronal, compañeros que se venden,
el sindicato que no apoya, policía también comprada y violenta, estas son las
malas. Pero también se encuentran cosas positivas en común: la decisión y
compromiso de los trabajadores que ayuda a fortalecer la unidad del grupo, el
gran conocimiento y convicción del abogado que los asesora y los buenos
resultados que se van obteniendo judicialmente y una vez que empiezan a producir.
Todo esto va consolidando una nueva identidad como trabajadores, una identidad
perdida frente al avance neoliberal. Generalmente quienes luchan son los
trabajadores de planta, los obreros de producción y no los administrativos
quienes arreglan con la patronal para pasar a la nuevas empresas.
Los trabajadores, generalmente, terminan triunfando, en
algunos casos logrando la expropiación temporaria, en otros el alquiler del
lugar y las máquinas, etc., sobre todo a fuerza de compromiso y voluntad para
buscar apoyo político, para negociar con los dueños, ir, venir, moverse
permanentemente, montar guardias para evitar el vaciamiento, etc.
Luis Caro, en una entrevista con lavaca.org lo describe
como un sistema económico distinto. Empieza sin capital. Acá desaparece la
plusvalía y el costo empresario. El trabajo deja de ser un costo y pasa a ser
riesgo. Estas empresas comienzan con economías de subsistencia: si hay ganancias
se reparten, si no, no. (...)Lo más novedoso es que todos cobran igual. Esa
también es una gran diferencia con las cooperativas tradicionales, que dicen que
debe haber una escala salarial por capacidades. Las cooperativas
tradicionales tienen consejos de administración, gerentes. Acá son todos iguales.
Y eso fomenta la solidaridad y la unidad de los trabajadores.
Este proceso de recuperar fábricas encierra
un gran cambio, ya que no sólo se recupera la fábrica y se la pone a producir
bajo control obrero, sino que se empieza a recuperar a las mujeres y varones
trabajadores como personas dignas que a su vez comienzan a practicar formas
diferentes de organización, decisión y producción. Con su acción y convicción,
las trabajadoras y trabajadores enfrentan al capitalismo que Holloway describe
como reino del “así son las cosas”, “así es la vida”. El capitalismo que nos
niega la dignidad y naturaliza la opresión haciéndonos creer que no somos
capaces de enfrentar y cambiar algo que se presenta como dado e incambiable.
Haciéndonos creer que no nos queda otra que agachar la cabeza y ceder. Este
autor explica en un artículo publicado en la revista Rebeldía (N°1, Noviembre
2002, México) que nuestra dignidad, es la capacidad de hacer y de
hacer-de-otro-modo, como acción no sólo individual sino también colectiva. El
capital es un proceso que separa a los hacedores de la riqueza que crean y de su
capacidad de hacer-de-otro- modo, pero por consecuencia, también nos separa de
nuestra humanidad y de nuestra dignidad.
Vemos entonces cómo los trabajadores somos negados de nuestra dignidad cuando se
no explota y cedemos pensando que no nos queda otra, cuando el capital separa el
trabajo de lo producido y de pensar otras formas de producción, al llevarse los
pocos dueños y gerentes el 70% de las ganancias y los muchos compañeros
trabajadores quizás el 10% o menos. Pero también vemos que somos capaces
de hacer de otro modo cuando frente al despido reaccionamos defendiendo nuestros
puestos y poniéndonos a producir bajo control propio, sin patrones arriba.
Así nos sacamos la etiqueta que nos imponen, cuando niegan la
dignidad, de obreros que sólo saben producir y son incapaces para manejar y
decidir su producción y organización.
Cambia la relación social de explotación y dominación por una de compromiso y
solidaridad, verdaderamente dignos. La lucha por la dignidad, dice Holloway, es
la lucha para crear una sociedad basada en el reconocimiento de la dignidad, en
lugar de una basada en la negación de la dignidad.
Por esto mismo, el Movimiento Nacional de
Fábricas Recuperadas no está de acuerdo con que se describan sus acciones como
tomas de fábricas porque ellos no se ven como delincuentes que toma o usurpan
ilegítimamente algo, sino que lo hacen para defender sus fuentes de trabajo y
fundamentan sus acciones con la constitución en la mano. Desde la defensa de la
dignidad, cuestionan y denuncias la desigualdad explícita y la negación
constante de sus derechos: el artículo 17 de la Constitución Nacional declara
inviolable la propiedad privada y esto se defiende a rajatabla con represión,
desalojos, jueces, seguridad privada y toda la fuerza del Estado. Ahora,
al artículo 14bis que tiene el mismo rango y nivel constitucional y que declara
el derecho a un trabajo digno, nadie lo respeta...
Esta acción de recuperar y ponerse a producir, también
revela algo muy importante que rompe con la lógica tradicional del capitalismo,
el costo de la producción no es laboral, sino empresarial. El costo no pasa por
lo que se llevan los trabajadores sino por lo que ganan los patrones. Caro lo
describe así: generalmente una empresa, del 100% de sus ingresos, utiliza el 20
o 30 para todos los gastos incluidos los sueldos y el resto se lo llevan los
dueños en utilidades, con esta lógica, cada vez que aumentan los gastos, no
ajustan sobre el 80 o 70 que se llevan ellos sino sobre ese 20 o 30% donde lo
más fácil de ajustar son los salarios obreros.
Esta misma lógica, también subestima la capacidad obrera de administración,
nadie cree que los trabajadores puedan llevar además de la producción, las
cuentas, las ventas, etc., pero sin embargo lo hacen y de esa manera rompen la
lógica.
Ahora los trabajadores, presentados legalmente en
cooperativas, deciden y autogestionan sus tareas, ellos son los dueños o están a
cargo de los medios de producción, consensúan cómo y cuánto van a ganar y todo
lo que tenga que ver con el trabajo y la construcción del movimiento. Al romper
la lógica capitalista los conceptos se transforman, se llenan de otros
contenidos, entonces la rentabilidad y competitividad no pasan por el costo
laboral, por la disciplina del trabajador y su control, por la mano de obra
barata sino que pasa por la demostración de buena calidad y bajo costo que
representa la producción en cooperativa, al ser los mismos trabajadores los
dueños de los medios de producción. Y también demuestran y se demuestran que
pese a las subestimaciones sociales, pueden hacerse cargo del manejo completo
del funcionamiento de las fábricas, desde su producción hasta su administración.
Incluso el “saber obrero” que tienen sobre las máquinas les permite ver la
necesidad de mejorar y mantener sus bienes de producción, de cuidar las
condiciones de trabajo, porque ahora son suyas, algo que los empresarios pocas
veces perciben al estar alejados del proceso de producción.
Todo esto no es fácil y hay que romper sobre todo con la
lógica individual que cada uno tiene incorporada después de tantos años viviendo
en un sistema que premia y difunde el triunfo individual, el éxito empresarial,
la competencia que pisa al compañero, al mismo tiempo que desiguala las
condiciones sociales para el desarrollo de las personas.
Está por verse su futuro, el crecimiento de las fábricas no
sólo necesita del éxito económico sino también de ir consolidando su situación
legal por un lado, su conformación como movimiento y su relación con los demás
actores sociales del campo popular en resistencia. Esa relación social está
creciendo de a poco, se van enlazando las distintas experiencias, se
intercambian intereses e ideas, se juntan en distintos actos y encuentros, etc.
Esto deberá seguir creciendo de manera tal que les permita que las
expropiaciones o permisos temporarios que tienen por parte de la justicia, se
conviertan en definitivos a través de leyes nacionales.
El estudio que realiza el equipo de
sociólogos de la UBA, entiende la etapa del 19 y 20 de diciembre como factor
aglutinador de distintas experiencias, de distintos actores. Entre las
mismas empresas, comenzaron a formarse organizaciones, movimientos o
federaciones que hasta ese momento no existían. También se da una mayor relación
con otros actores sociales y enlaces que hasta ese momento no se daban, como por
ejemplo que las asambleas vecinales comenzaran a apoyarlas.
Los trabajadores y la sociedad en general está acostumbrada
a ser mandada, estamos acostumbrados a una forma de organización vertical donde
unos deciden por todos ya sea en lo económico o lo político. Siempre estamos
necesitando o esperando que alguien nos diga qué hacer y cómo hacer. Eso de a
poco va cayendo cuando la realidad se revela y nosotros nos rebelamos, cuando el
modelo hace agua por todos lados y la desocupación, la pobreza, el hambre crecen,
y el Estado no asegura el bien común, y el gobierno no representa el interés de
la mayoría que lo votó para que cumpla con sus promesas. Ante esa realidad pura
y cruda que contradice con hechos las palabras del discurso dominante, nosotros
empezamos a comprender, empezamos a actuar, cada uno en su lugar (porque otro
efecto del discurso dominante es el del egoísmo, el individualismo, etc.), va
haciendo su proceso de entendimiento y encontrándose con sus compañeros y
reconociéndose en el otro, en sus problemas y en sus sueños. Pero como decíamos
al principio, es un proceso. Individual y colectivo a la vez, a unos nos cuesta
más que a otros ir reconociéndonos como sujetos capaces de mejorar la realidad
en general. Esta experiencia comenzó frente a la desesperación de los
trabajadores de perder sus puestos y no poder alimentar a su familia y ha
crecido con la toma de conciencia de los mismos al verse capaces de ponerse al
hombro una fábrica con buenos resultados. Por eso, una vez que lo comprendemos y
caminamos, empezamos a lograr lo que creíamos imposible, o lo que ni siquiera
pensábamos. Y cuando lo logramos, ya nos queda chico.
Algunos dignos ejemplos
Cooperativa Unión y Fuerza (ex Gip Metal), productores de caños de cobre.
Aguantaron el desalojo cuando la empresa se declaró en quiebra y lograron la
expropiación temporaria. Hoy están en plena producción.
Cooperativa Almirante Brown (ex astillero Sanyn), en Dock Sud. Después de un año
de haber sido despedidos, decidieron retomar la producción por su cuenta.
Acordaron con el dueño el alquiler del lugar y desde fines de noviembre
volvieron al trabajo 57 de los 120 compañeros. Los demás se
reincorporarán en los próximos meses.
Cooperativa Argentina Nueva Era (ex Cane), productora de sopletes para pintura.
La empresa quebró, la vaciaron y la reabrieron con menos gente. De todas maneras
siguió habiendo problemas hasta que decidieron conformarse como cooperativas.
Hoy están en proceso de expropiación y mejorando la producción.
Cooperativa de Trabajo Lavalán. (ex El Triunfo), Avellaneda. Después de
un largo período de lucha para evitar el desalojo, logran volver a la producción
como cooperativa. Hoy están buscando unirse a los productores de
lana y las hilanderías para mejorar los costos y enfrentar a las grandes
empresas de esta industria.
Cooperativa Ghelco (productora de materia prima para heladerías), después
de un largo campamento en la puerta de la empresa, obtienen la autorización para
producir alquilando el lugar y las máquinas. De a poco van recuperando los
clientes y creciendo en la producción.
La difusión como estrategia
Para este movimiento es importante darse a conocer y permanentemente trata de
tener contacto con los medios. Les sirve para evitar desalojos violentos, dar a
conocer su lucha, conseguir el apoyo de los vecinos, presionar sobre los
procesos judiciales, que, en muchos casos están controlados por los dueños de
las fábricas y también para conseguir que clientes dejen de ver con desconfianza
la posibilidad que los mismos trabajadores puedan ofrecer una producción de
igual calidad.
Al mismo tiempo, corren el riesgo de ver tergiversada o mal informada su lucha,
por los medios que los presentan frente a la sociedad, a propósito o no, con
expresiones negativas que deslegitiman sus acciones y los muestran como
violentos o ineficientes.