Disponibile anche in italiano

  Articulo en Internet News – Abril de 1998


J’accuse

(he aquí quien violenta
a niños y adolescentes)

 

  Estamos en el centenario del famoso J’accuse de Émile Zola sobre el histórico “affaire Dreyfus”. En este aniversario quisiera hacer una precisa y severa acusación, no de “pedofilia”, sino de pervertida pedofobia. Alguien está sistemáticamente persiguiendo a las nuevas generaciones, y no sólo a ellas.

No voy a dar nombre; no porque tema las represalias de presentadores televisivos, periodistas, escritores, directores de periódicos y telediarios, magistrados, "fuerzas del orden" y otros "poderes" varios. No lo haré porque los culpables son tantos que el elenco de nombres y de crímenes horrendos no cabrían en una página, y es probable que siempre salga alguno nuevo.

No acuso a todos los miembros de estas categorías. En cada una de ellas hay personas responsables, que dicen y hacen cosas justas (o al menos no hacen nada perverso). Pero sabemos que muchos son culpables de una constante desinformación, aparte de intolerables represiones y persecuciones.

Quiero acusar públicamente a estos malhechores de graves abusos y delitos. No en una sala de justicia, sino delante del tribunal de la opinión publica, y en particular de todas las personas que utilizan la red, así como de aquellas (que espero sean muchas) que empezar n a utilizaras en los próximos meses y años.

Si encontrara por la calle una niña llorando en busca de ayuda, tendría que tener cuidado en el cómo socorrerla. Porque, especialmente si alguno descubriera que soy un frecuentador de la red, correría el riesgo de ser linchado, al grito de "a por el pedófilo". Es como si viviíramos en aquella apestada ciudad de Milán, que Manzoni describió en su novela Los Novios.

Los abusos contra los "menores" son un mal profundo y antiguo. Es bueno mostrarlos a la luz, revelar los horrores, buscar soluciones. Pero los que gritan "a por los untadores" [N. de los T. un untador era un individuo que se creía que transmitía la peste en el Milán del siglo XVII a través de algún veneno] no tienen el derecho de fingirse defensores de los niños y adolescentes. Digímolo claro: es uno de los criminales perseguidores. Y lo sería también aunque actuara de buena fe (cosa de la que dudo a menudo).

Sería cómico, si no fuera trágico, ver a famosos presentadores televisivos ignorar los muchos mensajes recibidos (por red y fax) y seguir impertérritos diciendo que la internet es una cueva de pedófilos, piratas, intrusos y saboteadores. Y también ver las mismas idioteces repetidas ad nauseam en los periódicos.

Sería un tomadura de pelo, sino fuera un abuso intencionado, oér a un magistrado decir que necesita de "mayores controles", o un agente de policía presentarse como héroe porque se ha aventurado en la selva de la red en medio de una horda de pornógrafos y pedófilos... cuando sabemos que en la red, desde siempre, hay más policías que malhechores, y si alguno quiere hacer el pilluelo no le conviene meterse en la internet, porque es una forma de dejarse coger.

Podría contar muchas historias curiosas... ¿Conocéis el caso de aquella chiquilla que, haciéndose la tontita, actuaba de anzuelo? El caso es que no encontré ningún pedófilo, sino que atrajo a un montón de policías.

Sería patético, si no fuera grave, ver a magistrados y “fuerzas del orden” (no todos por suerte) continuar secuestrando ordenadores cuando todos saben que es suficiente con hacer una copia del disco duro. Con el resultado final de que no sólo se dañan a los presuntos culpables, a menudo absueltos, sino tambi&iecute;n a muchas personas que nada tenían que ver con la indagación.

¿Para que se entienda la gravedad del asunto, tenemos que esperar a que alguien destruya el archivo de un médico y “tengamos un muerto”?

Hay un interesante artículo de un estudioso atento a las tendencias sociales y culturales en Italia que podéis encontrar en italiano (con algunos comentarios míos – también en ingles). El profesor Calvi se ocupa de un aspecto muy importante: el rolo de las familias, la escuela y las instituciones, que no dan a los jívenes aquella cultura telemática que necesitarán.

Pero eso no es todo. Hay una perenne desinformación que extiende el miedo y la desconfianza en las familias. Están los ignominiosos y estúpidos intentos de introducir "filtros" que deberían proteger a los "menores" y que sirven sólo para quitar responsabilidades a padres y educadores, mientras abren un camino a un sistema de controles que tiene un sólo y horrible nombre: censura. Con la hipócrita complicidad de ciertos proveedores que apoyan estas iniciativas, con lo cual se hacen inmunes a la critica y aumentan sus poderes de control... ¿Hemos vuelto a la Santa Inquisición o a Fahrenheit 451?

No, queridos lectores y lectoras, no estoy de broma. Se necesita alguna forma de bloquear la máquina hipócrita y loca de la desinformación, del miedo y la censura, si no queremos que nuestros niños y adolescentes (exceptuando unos pocos privilegiados que crecen en familias con sentido común) están desconectados de la cultura mundial. Y cuando crezcan, tendrán problemas para encontrar trabajo.

 

   
 
Por Giancarlo Livraghi
gian@gandalf.it


Versión castellana de Marco Bellonzi
y David Casacuberta

 



Homepage Gandalf
home