Aún hoy, muchos parecen pensar que la internet es un mundo aparte en el que viven personas diferentes al resto de la humanidad, o que tiene una cultura propia, de algún modo homogénea y distinta. No es así. La red es rica en diversidad y continuará creciendo y cambiando.
En muchos países (entre ellos la Argentina e Italia) la amplia propagación de la red es una cosa reciente. En todo el mundo estamos aún en los inicios respecto a los desarrollos que podrán tener los nuevos sistemas de comunicaciones, no sólo en cuanto a la cantidad sino, y sobre todo, en cuanto a su calidad. En nuestros países (aunque estemos todavía muy lejos de los niveles de los Estados Unidos o del Norte de Europa) el uso de la internet se sigue extendiendo. Sin embargo, en gran parte del mundo, éste es un privilegio reservado a poquísimas personas. Hace falta un enorme crecimiento para que la red llegue realmente a ser "global".
Si bien la cantidad de información y de servicios disponibles en la red ya es inmensa, ésta continuará aumentando. Dicen en Silicon Valley: "Si la internet fuese el Océano Pacífico, apenas estaríamos saliendo de la Bahía de San Francisco".
Pero lo que cuenta no es la cantidad, sino la calidad de las relaciones y el enriquecimiento (cultural y humano más que económico) que cada uno pueda obtener. Esto es lo más valioso de la red y sobre este punto debemos concentrar la atención.
Por su naturaleza, ¿la red es el instrumento de ciertas categorías de personas y no de otras? No. Y sería doloroso e injusto que lo fuera.
Tampoco es "para todos": hay personas que no sienten el deseo de abrirse al diálogo de buscar información un poco menos superficial, de intercambiar ideas. En suma, de usar los recursos que ofrece la internet. Pero debe ser una posibilidad abierta a todos sin distinciones ni clasificaciones.
También la lengua debe unir, no dividir. Por un lado, esto significa que debe seguir creciendo la multiplicidad de las lenguas en red. En particular el español, hablado en tantos países diferentes, constituye una de las comunidades lingüísticas más importantes. Por otro lado significa entender que el inglés ya no es la lengua de las islas británicas o de los Estados Unidos, sino que tiene un rol que por muchos siglos ha tenido el latín: un "código común" que permite a alguien en Buenos Aires comunicarse con alguien en Praga o en Calcuta.
No hace falta un inglés formalmente perfecto, basta una "jerga" simplificada y compartida; pero en el mundo de hoy (también independientemente de la internet) quien no habla la lengua internacional (eso que yo llamo el "globalés") pierde infinitas ocasiones de conocimiento, de intercambio personal y cultural además de trabajo y de ganancias. Sobre todo, hay que entender que no hay una sola internet. Hay un número desmesurado y creciente de redes, de comunidades, de áreas de intereses específicos. Cada uno puede crear su propio mundo de relaciones; elegir los recorridos que considera más útiles e interesantes.
El verdadero valor de la red está en su infinita variedad y diversidad. Este recurso será tanto más útil y valioso en cuanto comprendamos que no hay y no puede haber una única "cultura de la red" sino una infinidad de mundos diversos en los que cada uno puede construirse su red personal a su propia medida.