Este texto tiene sólo pequeñas puestas al día, respecto a la primera redacción aparecida en junio de 1996; mientras tanto, muchas de las cosas que "Casandra" temía se han revelado aún peor de lo previsto. |
¿Es realmente cierto que podemos estar tranquilos?
Pequeño catálogo de quien no tiene ganas de dejarnos en paz.
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Existe una difundida percepción, entre quien utiliza las redes
telemáticas, de que, al fin y al cabo, no hay motivo de preocupación. La Red es libre,
anárquica, caótica, compleja, y nadie conseguirá dominarla o restringir las libertades. Las iniciativas censoras fundadas sobre la pornografía o la pedofilia son tan ridículas que morirán por sí mismas. Los diversos dispositivos de filtrado no funcionarán nunca y, de todas formas, podemos vivir muy bien aunque nos quiten el acceso a algún sitio de "sexo duro". La CDA norteamericana hace tiempo que ha sido declarado inconstitucional, y el resto del mundo tendrá que extraer las debidas consecuencias. Aún hay casos de abusos y secuestros, pero son menos frecuentes. Ya no hay "olas represivas" como el crackdown norteamericano de 1990 o el italiano de 1994. Las diversas hipótesis de normas o leyes represivas, de ralentización burocrática, de estrangulamiento administrativo de la telemática independiente, hasta ahora no se ha transformado en realidad, o mejor dicho, leyes potencialmente peligrosas siguen existiendo, pero nadie las ha aplicado hasta ahora de forma destructiva. Los escándalos sobre los hackers se disuelven como pompas de jabón. El monopolio de Telecom (la timofónica italiana)acabará tarde o temprano. Microsoft no conseguirá apoderarse de la red, y aunque lo consiguiera, no podría quitarnos la libertad. En fin, ¿Va todo bien, señora Marquesa?
Es verdad, por suerte, que la tristemente célebre CDA en los USA ha sido declarado inconstitucional. Pero la partida no se ha acabado todavía. Aún hay intentos de embridar la red, con pretextos varios, y hay quien desde Washington chincha a Bruselas para crear un ejemplo que pueda ser re-importado. Y hay todavía, tanto en América como en Europa, recurrentes propuestas de censura y control, incluyendo una reciente basada en el viejo pretexto de "terrorismo y bombas". Es verdad que en solemnes declaraciones la Unión Europea ha prometido proteger y favorecer la libertad de la Red, pero hasta en los pliegues de la declaración de Bonn se esconden puntos ambiguos sobre la libertad. Y ciertas presiones para una presunta "auto-reglamentación" (que no es para nada "auto", sino impuesta por las autoridades políticas y administrativas, con la complicidad de quien quiere agraciarse con ellas) esconden trucos peligrosos. Tengamos cuidado con los "filtros", con las atentas "nodrizas electrónicas" que quieren protegernos de las posibles infecciones de una navegación demasiado libre en la pululante biología de la red. Si cada cual fuera libre de elegir el software "protector" que quiere, según su cultura y exigencias, serían inocuos (o casi). Sin embargo, tal y como se propone, será seleccionado por alguna "autoridad superior" e impuestos a través de los proveedores, desde la "tutela de los indefensos" a la represión de las opiniones no ortodoxas... el paso es breve. Así pues, es verdad que no vivimos en uno de esos países (que son muchos, y no todos lejanos) en los que sólo por el hecho de conectarse a la Red nos arriesgamos a la cárcel, o cosas peores, y que una persona técnicamente experta podrá siempre encontrar la forma de "reventar" los controles, quizás conectándose desde Moldavia con una identidad marciana. Pero no me parece razonable que la libertad en la red sea el privilegio de unos pocos hackers (en el sentido originario de la palabra) y que la inmensa mayoría de la humanidad sea reconducida al redil de la información controlada y condicionada. Intentemos preguntarmos: ¿Quién tiene ganas de reprimir?
No es el caso de fiarse de quien habla de ayudarnos o protegernos. No, gracias: no nos hace ninguna falta su protección. La tendencia de todos los Poderes, y en particular, el político, es tratar a los ciudadanos como niños babosos incapaces de gestionarse por sí mismos. El riesgo es que con la excusa de ponernos el babero nos pongan también la mordaza. Y no es sólo una cuestión de partidos... es algo que he constatado también con los sindicatos, a pesar de algunas tentativas interesantes de apertura, son bloqueados por corrientes internas incapaces de entender los valores de la flexibilidad y el teletrabajo o de salir de la tradicional verticalidad "taylorística", no preparados para entender concretamente qué quiere decir poner la telemática al servicio de los ciudadanos.
Es verdad que se habla de una reforma de la administración, de la burocracia al servicio de los ciudadanos, y no al revés. Es verdad que hay ejemplos positivos, como algunas cámaras de comercio y algunas administraciones locales, pero en general, aunque estas "buenas intenciones" se realizaran, harán falta muchos años. Mientras tanto, queda el peligro de que los peores comportamientos de las burocracias vengan a hacer la vida más difícil, no sólo a los gestores de los servicios de Red (especialmente a los más pequeños e independientes), si no a todos los usuarios.
Intentemos preguntarnos el porqué. Los dueños de estos medios tradicionales temen que haya información fuera de su control, y que su poder se debilite. Se ha descubierto también que temen (absurdamente) perder dinero a causa de la "competencia" de la Red. Algunos de ellos (a nivel mundial) están intentando entrar en la red y obtener posiciones de hegemonía, pero muchos otros saben que no lo conseguirán. Los primeros -si tuvieran una visión lúcida- deberían tomar partido por la libertad. Sin embargo, también a ellos les cuesta poco "contentar" a los asustados, permitiendo trampitas que tampoco dañarían a los grandes operadores, aunque atraparían a los pequeños. También en el mundo de la "cultura" tradicional, aún imperante, se observan a menudo signos de oscurantismo. Muchos "intelectuales" temen perder sus privilegios como "maestros del pensar", como "emanadores" de conocmiento e información. Quien tiene verdadera maestría y cultura no tiene nada que temer, porque también en un encuentro a la par con cualquiera de nosotros sabría ganarse nuestro respeto y afirmar su merecida autoridad. Pero ¿cuántos de ellos -que encontramos desde los talk show hasta las cátedras universitarias- sabrían como sacarse las castañas del fuego si en realidad bajaran de su pedestal y se mezclaran con el vulgo. Probad a escuchar las cosas que dicen personajes "autorizados" de todo tipo, que se erigen como expertos; mientras se les escucha, notamos que no conocen la diferencia entre un e-mail y un cd-rom. Los periodistas... algunos, ciertamente, conocen bien la Red, no la temen, y hablan de ella de forma inteligente. Pero aún son una pequeña minoría. Recuerdo haber participado en un congreso de periodistas, en el Circolo della Stampa de Milán (Círculo de la Prensa) donde se hablaba de la Red. El terror era palpable. ¿Cómo sobrevivir a un mundo en el que mis lectores pueden controlar mis fuentes? ¿Perderé mi privilegio de "mediador" de la información? ¿Tendré que re-aprender desde el principio mi oficio? Espero despertarme mañana y descubrir que sólo ha sido una pesadilla. Los periodistas que lo han entendido, y los que lo entenderán, podrán no sólo continuar haciendo su trabajo, sino que podrán hacerlo mucho mejor. Sin embargo, son muchos los que todavía tienen miedo.
Conocemos algunos de los cambios sobre los que quieren trabajar, desde el control de los pagos a través de la Red (como si no fuera un problema ya solucionado) a la defensa del copyright (léase intereses de los grandes productores de software), pasando por la lucha contra el terrorismo en la Red (que sabemos que no es un problema real) y la "pornografía" (que ya hemos visto que es una excusa para la censura) o la defensa de la privacidad de los datos... Esta última es una tesis sacrosanta, pero ya hemos visto que bajo esta justa bandera se infiltren mecanismo de burocratización represiva. Etcétera. De vez en cuando se habla de "intereses económicos". En mi opinión, es erróneo pensar que todos los intereses económicos y comerciales sean "enemigos" de la Red. Pueden haber "business" que ayudan y sostienen la libertad de la red en lugar de obstaculizarla. Pero los "enemigos" existen, y pueden ser peligrosos. Algunos de los grandes intereses económicos (no todos) temen ver que el mercado se abra a pequeños operadores y temen perder las palancas del control privilegiado que tienen a través de los grandes canales de distribución, promoción y comunicación. He oído a "portavoces" de estos intereses declarar públicamente que la Red hay que embridarla, regularla y regimentarla antes de que dé espacio (temible hipótesis) a pequeños operadores que puedan competir al mismo nivel con los grandes, ofreciendo quizás los mismos productos a precios más bajos o con un mejor servicio. Uno de ellos, hace dos años, dijo riendo sibilinamente "de todas formas, dentro de seis meses, internet colapsará, y nos necesitaréis para volverla a poner en pie". Por suerte, hasta ahora, los hechos no le dan la razón. Si la Red de vez en cuando se atasca, no es por el aumento de difusión, sino por la congestión producida por una sobrecarga de cosas inútiles, como un exceso de imágenes y las animaciones. Solo la salvaría un retorno al buen sentido, bajo la presión de quien necesita la Red, incluyendo aquellas grandes empresas que hoy la convierten en algo para snobs, o bien la temen, pero tarde o temprano descubrirán su utilidad.
Por ejemplo, los "vectores" tradicionales de la información y bienes han intentado, en varios países, tasar la red para hacerla menos competitiva. Hasta ahora no lo han conseguido, pero casi seguro que volverán a intentarlo.
Una cierta especie de juristas y legisladores, que en un país, que ya está afligido por cien mil leyes más de las necesarias, quieren continuamente acrecentar el enredo indescifrable de leyes y normas (y carromatos variados que, con la excusa de "controlar" fabrican sólo privilegios y corrupción) para su exclusivo aunque perverso interés. Ya han conseguido producir algunas monstruosidades jurídicas y sospecho que aún no han terminado.. De ellos sale a menudo el concepto de una sociedad en peligro, de una red repleta de hackers y piratas, o, peor aún (qué cosa tan terrible!) de opiniones libremente difundidas que dan voz también a las minorías, al disenso o, de todas formas a aquel "vulgo profano" al cual se le permitía solamente hasta ahora arrodillarse temblando ante el poder de quien tienes las llaves de la Ley (y de la información). Estemos atentos... En todo el mundo, pero especialmente en Italia, hay muchísimas leyes que enuncian un principio y prescriben otra cosa diferente. Es como si la ley para la defensa de los niños y los débiles en el artículo 47/bis contuviera oscuras referencias que, una vez decodificadas, preescribieran cuantos latigazos debe recibir un desobediente. (Había escrito este ejemplo hace un año, pensando que fuera del todo imaginario, pero si miramos ciertas normas propuestas por las "tutelas de menores" nos damos cuenta de que la realidad superar a la fantasía).
Muchos grandes operadores están intentando transformar la Red en una especie de Hollywood o Disneyland, llena de oropeles y escasa de información. Esto llevaría a la Red, o al menos a parte de ésta, a ser una fea copia de los medios tradicionales, con muchos saludos a la interactividad y a libre intercambio de opiniones. Con un gran abuso de palabritas de moda, como "multimedial", "virtual" o ciberquiénsabequé, no quieren hacer pasar cultura vieja con un vestido nuevo, a menudo bastante torpe.
Y también está todo este hablar sobre "Internet" (entendida como un repertorio de textos e imágenes por "explorar" mediante un navegador), cuando una realidad más fuerte del sistema es, y sobre todo será, las comunidades humanas en todas sus formas, incluyendo las BBSs y los community network.
Y, también aquí, hay presiones internacionales, incluyendo sistemas que ya están en funcionamiento (de los cuales se habla poco) capaces no sólo de interceptar las comunicaciones en red sin necesidad de ninguna autorización del juez, pero también capaz de dirigir las interceptaciones en base a los contenidos. Sería realmente estúpido un criminal, un terorrista, o un espía que utilizara para sus tejemanejes un medio tan fácilmente controlable por las policías y servicios secretos de medio mundo; que así hacen todo lo posible para bloquear el uso de la criptografía, no porque la utilicen los criminales (que tienen otros método para no ser interceptados) sino porque podría obstaculizar la "vigilancia" sobre ciudadanos no censurables y fuera de toda sospecha.
Pero los variados empujes represivos pueden aliarse y combinarse también de forma imprevisible. Y pueden encontrar un "pegamento" en la espantosa fuerza destructiva que nunca haya existido: el desmesurado poder de la estupidez humana. En definitiva... Es mejor no bajar la guardia. El camino para llegar a una auténtica cultura y libertad de las redes (en plurar: cuantás mas haya, mejor estamos) es aún muy largo y repleto de obstáculos. |
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