La abrumadora
proliferación de patrañas
Giancarlo Livraghi octubre 2012
traducción castellana de Rudy Alvarado
también
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anche in italiano also in English
No es fácil traducir al español la palabra bullshit (e incluso definirla en inglés). Elijo patraña porque es simple (sin llegar a ser escatológica). Como quiera que se le llame, lo cierto es que el problema existe y nos desborda por todos lados. Es similar a la plaga que he descrito en Ingormación pero no es lo mismo.
Lo que me ofrece la oportunidad de tratar el tema es un pequeño y elegante libro publicado por Princeton University Press en 2005.
Se trata de un ensayo psicológico escrito en 1986, pero de que recién ahora
descubro la existencia, gracias a un atento lector de El poder de la estupidez
Como bibliófilo, me encanta tener esta hermosa edicioncita. Desafortunadamente, es un libro pesado, académico, verboso y de lectura fatigosa en breve, aburrido. Pero hay algunos conceptos interesantes.
El profesor Harry G. Frankfurt explica que bullshit puede ser una impostura, pero no siempre una falsidad. Una idea que originalmente era razonable puede llegar a ser absurda cuando (como sucede a menudo) se extiende ligeramente hacia un contexto impropio o superficialmente generalizado.
El bullshit puede ser intencional o inconsciente. En general, se concibe con la intención de engañar. Pero puede ser confundido por error. A menudo es disfraz, identidad falsa.
El profesor Frankfurt señala que el bullshitting puede ser sincero porque alguien cree que es lo que no lo es. O bien, quiero añadir, porque cree que sabe lo que no sabe.
Sin embargo, la inagotable invasión del bullshit es una enfermedad tan propagada y subestimada como el poder de la estupidez. Ambas son sumamente peligrosas, aunque de diferentes maneras.
Un multiplicador de bullshit es el descuido con consentimiento. Pensar es fatigoso. Es mucho más fácil hacerse a las opiniones de los demás.
En un clásico de la literatura italiana, Alessandro Manzoni dijo: «el buen sentido existía, pero estaba escondido, por miedo del sentido común».
Las llamadas leyendas urbanas muestran como grotescas tonterías puedan parecer verdad indiscutible cuando se repiten con suficiente frecuencia. (De hecho, algunas fueron inventadas a propósito para verificar su absurda e incontrolada difusión).
Un alimento del bullshit es el prejuicio. Lo que se adapta a nuestros hábitos y opiniones parece tranquilizador. Lo que no lo hace, es preocupante.
Para mantener la mente abierta y alerta, tenemos que pensar dos veces antes de que estemos de acuerdo con todo lo que superficialmente suena bien. Y prestar atención a lo que suena extraño.
Cuando encontramos confirmaciones claras es útil saber que no estamos equivocados, pero es todavía más interesante encontrar nuevos estímulos para un inesperado cambio de perspectiva.
Así lo explicaba Isaac Asimov. «La frase más emocionante de la ciencia, la que anuncia nuevos descubrimientos, no es ¡eureka!, sino eso es raro». Casi todos los avances científicos más importantes parecían desconcertantes antes de ser aceptados como acontecimientos fundamentales.
Al igual que de la estupidez, reírse del bullshit no es una solución. Ridículo o no, es peligrosamente generalizado en todo tipo de actitud y comportamiento, no sólo en palabras.
Puede ser chisme mezquino o solemnidad pomposa, en voz alta o baja, suave o violento, con ingenuidad superficial o arrogancia seudocientífica. En todas las formas o disfraces, siempre es tóxico.
En lugar de buscar una innecesaria y complicada definición teórica de bullshit, es importante entender que en la práctica hay demasiado de esa basura y es muy peligrosa.
Sucede con impresionante frecuencia que se aceptan (y se repiten sin verificar) fantasías extrañas y mentiras descaradas, mientras cosas mucho más interesantes se descartan como tonterías o se ignoran como si fueran inútiles detalles.
No existe una fórmula mágica para eliminar totalmente esa enfermedad. Pero para distinguir lo razonable de lo absurdo a menudo basta un poco de atención y duda, con una adecuada cantidad de desconfianza y una fuerte dosis de buen sentido.